miércoles, 30 de julio de 2008
La guerra de los mundos
LA GUERRA DE LOS MUNDOS
Orson Welles
DRAMATIZACIÓN PARA RADIO
LOCUTOR. «COLUMBIA BROADCASTING SYSTEM» y las estaciones enlazadas presentan a Orson Welles y al «Mercury Theater» en «La Guerra de los Mundos» de Herbert Wells.
LOCUTOR. Damas y caballeros, ante los micrófonos tenemos al director del «Mercury Theatre» y estrella de estos programas, Orson Welles.
WELLES. Tenemos evidencias de que a principios del siglo XX, una Inteligencia significativamente superior a la humana, y sin embargo, igualmente mortal a ella, ha estado observando atentamente nuestro mundo. Ahora sabemos que, mientras la gente se ocupaba de sus asuntos, han sido investigados y estudiados, posiblemente con tanta atención, como el hombre que, provisto de un microscopio, puede estudiar las insignificantes criaturas que se revuelven y multiplican en una gota de agua. Con infinita autosuficiencia la gente ha andado de un lado a otro de la Tierra realizando sus asuntillos, despreocupados y confiados de su poder sobre este trozo de basura solar que gira, casualmente o por voluntad de alguien, y que hemos recibido de herencia del obscuro secreto del tiempo y el espacio. Y sin embargo, la Inteligencia, superior a la humana, como la mente del hombre supera a la de las fieras de la jungla, esa Inteligencia, ilimitada, tranquila, insensible ha estado observando a la Tierra a través del éter infinito, con sus ojos ambiciosos y lenta pero seguramente han madurado sus proyectos en nuestra contra. En el año 39 del siglo XX, ha llegado la gran desilusión.
Se acercaba el final de octubre. Los asuntos en el mundo se normalizaban. El horror de la guerra quedaba atrás. Cada vez más gente recibía trabajo. Se fortalecía el comercio. Y en esa tarde del 30 de octubre, el servicio Crossly consideraba que aproximadamente 32 millones de personas estaban sentados junto a sus radiorreceptores.
EL PROGRAMA SE ENLAZA AL LOCUTOR
QUE LEE LOS PRONÓSTICOS DEL TIEMPO.
LOCUTOR. Durante las próximos 24 horas no se pronostican variaciones importantes en la temperatura. Sobre Nueva Escocia se han observado grandes cambios atmosféricos de procedencia desconocida, lo que ha servido de causa para que una zona de baja presión se haya movido rápidamente a los estados del noreste, donde se esperan lluvias y vientos moderados. La temperatura máxima es de 66 y la mínima de 48 grados. Hemos transmitido el pronóstico del tiempo del Buró Estatal.
... A continuación nos trasladamos a la sala «Meridian» del hotel «Park Plaza» en el centro de Nueva York, donde interpretará Ramón Raquello y su orquesta.
TEMA ESPAÑOL.
GRADUALMENTE DESCIENDE EL SONIDO HASTA APAGARSE.
LOCUTOR. Buenas tardes, damas y caballeros. Desde la sala «Meridian» en el «Park Plaza» de Nueva York, transmitimos la música de Ramón Raquello y su orquesta. Ramón Raquello comienza con la melodía en estilo español «La Cumparsita».
LA ORQUESTA COMIENZA A TOCAR LA MELODÍA.
OTRO LOCUTOR. Damas y caballeros, interrumpimos esta transmisión de música para leerles un boletín especial noticias intercontinentales. A las 8 horas menos 20, tiempo del centro, el profesor Farrell del observatorio Mount Jennings en Chicago, Illinois, informa acerca de que se han observado en el planeta Marte algunas explosiones de gas ardiente que han ocurrido en intervalos regulares de tiempo. El espectrograma señala que dicho gas es hidrógeno y que se aproxima a gran velocidad a la Tierra. El profesor Pierson del observatorio de Princeton confirma las observaciones de Farrell y describe ese fenómeno como (cita) «un haz de fuego azul expulsado por un cañón» (fin de la cita). Y ahora, vayamos de nuevo a la orquesta de Ramón Raquello que toca para ustedes en la sala «Meridian» del hotel «Park Plaza» en Nueva York.
LA MÚSICA TOCA UNOS SEGUNDOS. LA MELODÍA TERMINA...
SE ESCUCHAN APLAUSOS, LOS CUALES CORTAN DIRECTAMENTE A...
LOCUTOR. Y ahora sigue la melodía que ha despertado el interés del público, siempre tan popular: «Polvo de estrellas». Interpreta Ramón Raquello y su orquesta. (MÚSICA).
LOCUTOR. Damas y caballeros, continuando con la noticia que acabamos de transmitir en nuestro boletín, el Buró Meteorológico Estatal ha exigido a los grandes observatorios del país llevar a cabo la observación astronómica de todos los fenómenos anormales que ocurran en el planeta Marte. Ya que la naturaleza del fenómeno antes mencionado no es común, hemos hecho una serie de preguntas al conocido profesor de astronomía Pierson, el cual nos expone sus consideraciones sobre el suceso. Estamos listos para trasladarnos al observatorio de Princeton, donde nuestro comentarista Carl Phillips hará la entrevista al notable profesor y astrónomo Richard Pierson. Nos enlazamos a Princeton, Nueva Jersey.
Sigue la entrevista, en la cual el profesor Pierson explica que, aunque existe la opinión de que Marte no está habitado, es posible que no lo sea así y que el planeta se encuentra aproximadamente a unos 40 millones de millas de la Tierra. Durante la entrevista llega un despacho de un científico neoyorquino, el cual confirma que su sismógrafo ha detectado un movimiento telúrico en el radio de unas 20 millas de Princeton. El profesor Pierson ha solicitado la investigación del fenómeno. La emisión continúa desde los estudios neoyorquinos.
LOCUTOR. Damas y señores, he aquí el último boletín del Noticiero Intercontinental. Toronto, Canadá. El profesor Morse de la Universidad McMillan informa que ha observado tres explosiones en el planeta Marte entre las 7:45 y las 9:20 de la noche, tiempo del este. Esto confirma la información anterior recibida desde los observatorios americanos. Y ahora una comunicación especial de Tranton, New Jersey, no lejos de nosotros. Se informa que a las 8:50 de la tarde, un enorme objeto envuelto en llamas, como se supone, un meteorito, ha caído en una granja vecina a Grovers-Mill, New Jersey, a unas 22 millas de Tranton. La llamarada en el cielo fue visible en un radio de cientos de millas, y el fragor de la caída se escuchó lejos, al norte, cerca de Elizabeth. Hemos enviado al lugar del suceso una unidad móvil de radio y nuestro comentarista Mister Phillips comenzará su reportaje, tan pronto como llegue desde Princeton. Mientras tanto nos trasladamos al hotel «Martine» en Brooklyn, donde Bobby Millett y su orquesta presentan su programa de música para bailar.
LA ORQUESTA DE JAZZ TOCA 20 SEGUNDOS...
LUEGO SE INTERRUMPE.
LOCUTOR. Nos enlazamos con Grovers-Mill, Nueva Jersey.
RUIDO DE MULTITUD... SIRENAS DE POLICÍA.
PHILLIPS. Damas y caballeros, de nuevo ante los micrófonos Carl Phillips. Me encuentro en la granja Wilmouth, Grovers-Mill, Nueva Jersey. El profesor Pierson y yo hemos recorrido 11 millas desde Princeton en tan solo 10 minutos. Yo... no sé por dónde comenzar para describirles este extraño panorama que pone a la vista algo extraído de las modernas «1001 noches». Acabo de arribar. Aun no he tenido oportunidad de observar. Creo que ahí está ESO. Sí, pienso que eso es la misma... COSA, está frente a mí, hundida hasta la mitad en una gran zanja. Parece que se ha impactado con una gran fuerza. La tierra está cubierta de astillas del árbol contra el cual chocó. Lo que veo no es parecido a un meteorito, por lo menos no a aquellos meteoritos que me ha tocado ver. Esto recuerda más a un enorme cilindro. Su diámetro es de... ¿cuánto considera usted, profesor Pierson?
PIERSON (un tanto retirado del micrófono). Unas treinta yardas.
PHILLIPS. Unas treinta yardas. El metal de la superficie... bueno, yo nunca he visto nada parecido. El color es blanco-amarillento. Algunos mirones se han acercado bastante al objeto, a pesar de los esfuerzos de la policía de contenerlos. Ahora me cubren mi campo visual. Por favor, con permiso, retírese a un lado.
POLICÍA. ¡Hey, allá! ¡Apártese! ¡Apártese!
PHILLIPS. Yo quisiera llevar hasta ustedes el ambiente... el fondo de esta... fantástica escena. Cientos de automóviles están en el campo, a nuestras espaldas. La policía intenta cerrar el acceso a la granja. Sin éxito. De todos modos logran pasar. Los faros de los autos bañan con sus luces brillantes el agujero en el que se ha hundido hasta la mitad el objeto. Algunos de los más impacientes han osado acercarse hasta el mismo borde del agujero. Sus siluetas se ven perfectamente sobre la superficie metálica.
LEVE ZUMBIDO.
Una persona quiere tocar la cosa. Discute con el policía. El policía triunfa... Y bien, damas y caballeros, hay algo que olvidé decir pero que a cada momento cobra mayor fidelidad. Puede ser que ya lo hayan escuchado desde sus radiorreceptores. Escuche. (Larga pausa.) ¿Lo ha escuchado? Es un zumbido constante que, por lo visto, sale del interior del objeto. Acercaré más el micrófono. Así. (Pausa.) Ahora estamos no más lejos de 25 pies. ¿Lo escuchan? ¡Oh, profesor Pierson!
PIERSON. ¿Si, señor Phillips?
PHILLIPS. ¿Nos podría explicar el sentido de ese chirrido que proviene del objeto?
PIERSON. Eso puede ser provocado por un enfriamiento irregular de la superficie.
PHILLIPS. Profesor ¿aún así usted piensa que es un meteorito?
PIERSON. No sé que pensar. La cubierta metálica, no cabe duda, es de procedencia extraterrestre... En la Tierra no existe ese metal. La fricción contra la atmósfera terrestre generalmente provoca que en la superficie del meteorito aparezcan cavidades. Este objeto está liso y, como puede ver, posee forma cilíndrica.
PHILLIPS. ¡Alto! ¡Algo está ocurriendo! Damas y caballeros, ¡es horrible! ¡La superficie de la cosa comienza a desenroscarse! ¡La parte superior gira como si fuera un perno! ¡La cosa, parece ser, está hueca!
VOCES. ¡Se mueve! ¡La maldita cosa se está desenroscando! ¡Hey, allá, atrás! ¡Atrás, se los ordeno! ¡Es posible que haya gente que intente salir! ¡Está tan caliente, al rojo vivo, se van a incinerar! ¡Hey, allá, atrás! ¡Aparten a esos imbéciles!
DE PRONTO SE ESCUCHA UN ESTRÉPITO,
COMO EL QUE PRODUCE UN GRAN TROZO DE METAL AL CAER.
VOCES: ¡Se desprendió! ¡Se ha caído la tapa! ¡Miren allá! ¡Atrás!
PHILLIPS. Damas y caballeros, es la cosa más espantosa que haya visto alguna vez en mi vida... Un momento, ALGUIEN está saliendo de ella a través de la parte superior. ¿Alguien o... algo? Veo cómo de ese agujero negro asoman dos discos brillantes... ¿son ojos? Puede ser es un rostro. Es posible.
GRITOS DE HORROR DE LA MULTITUD.
Dios Misericordioso, de la oscuridad ha surgido algo reptante como una serpiente gris. Y otra, y otra más. Me recuerdan a los tentáculos. Y más allá veo el cuerpo de esta criatura. Es del tamaño de un oso y resplandece, como una piel húmeda. ¡Pero el rostro! Es... es indescriptible. Con gran trabajo me obligo a mirarlo. Los ojos son negros y brillan, como los de las serpientes. El hocico es con forma de U, con unos labios dibujados con imprecisión, los cuales se mueven y pulsan, y a través de los cuales escurre la saliva. El monstruo, o como se le pueda llamar, se mueve con dificultad. Parece que está pegado a la Tierra... por la fuerza de atracción gravitatoria o por algo más. Se pone de pie. La multitud retrocede. Ya han mirado lo suficiente. La sensación es de algo increíble. No puedo encontrar las palabras... Retrocedo y llevo conmigo el cordón del micrófono. Me siento forzado a interrumpir esta descripción, mientras no ocupo una nueva posición. Les ruego que no se aparte de sus radiorreceptores, regreso al aire en un minuto.
CORTE A MÚSICA DE FORTEPIANO.
LOCUTOR. Transmitimos el reportaje de un testigo de lo que ocurre en la granja Wilmouth en Grovers-Mill, Nueva Jersey.
DE NUEVO CORTE A MÚSICA DE FORTEPIANO.
Regresamos con Carl Phillips a Grovers-Mill.
PHILLIPS. Damas y caballeros (¿estoy o no al aire?), damas y caballeros, soy yo nuevamente. Me encuentro tras un muro de piedra, la cual rodea el jardín de Mister Wilmouth. Desde aquí miro lo que ocurre. Voy a narrarles todos los detalles, mientras pueda hablar. Mientras pueda ver. Han llegado los refuerzos de la policía del estado. Han instalado un cordón ante el pozo, son unos treinta hombres. Ahora ya no es preciso contener a la multitud. Las mismas personas han puesto tierra de por medio. El capitán se pone de acuerdo con alguien. No se alcanza a ver bien con quien. Oh, sí, parece ser el profesor Pierson. En efecto, él es. Se han separado. El profesor se dirige a un extremo, estudiando el objeto, al mismo tiempo que el capitán y otros dos policías avanzan, sosteniendo algo en las manos. Ahora puedo verlo, es un pañuelo blanco atado a una vara... la bandera de la paz. Si estas criaturas saben lo que significa... lo que en general pueda significar. ¡Un momento! Algo ocurre.
SILBIDO, TRAS EL CUAL SE ESCUCHA
UN ZUMBIDO QUE AUMENTA EN INTENSIDAD.
En el pozo aparece una construcción encorvada. Yo distingo un pequeño rayo de luz que sale de un espejo. ¿Qué es eso? ¡Del espejo surge un fluido de llamas y se dirige directamente a las personas que se aproximan! ¡Les da directamente a ellos! ¡Dios Misericordioso, están ardiendo como antorchas!
ALARIDOS, EXCLAMACIONES DE HORROR, GRITOS.
Ahora todo el campo está cubierto por el fuego. (EXPLOSIONES.) El bosque... las caballerizas... los depósitos de gasolina de los autos... las llamas se extienden por todos lados. El rayo se dirige hacia acá, aproximadamente a unas 20 yardas de mí...
EL MICRÓFONO CAE. SILENCIO SEPULCRAL.
LOCUTOR. Damas y caballeros, por causas de fuerza mayor no podemos continuar nuestra transmisión de Grovers-Mill. Por lo visto ha ocurrido algún desperfecto con nuestra unidad móvil. Sin embargo, volveremos allá en la primera oportunidad. Acabamos de recibir el último boletín de noticias desde San Diego, California. Al participar en la comida que celebra la Sociedad Astronómica de California, el profesor Indelkoffer ha expresado su opinión, según la cual, las explosiones de Marte, indudablemente, se deben a fuertes sismos de origen volcánico en la superficie del planeta. Mientras tanto, un interludio para fortepiano.
MÚSICA DE FORTEPIANO. INTERRUPCIÓN.
Damas y caballeros, me acaban de entregar un boletín transmitido vía telefónica desde Grovers-Mill... Un segundo... Por lo menos cuarenta personas, entre ellos seis agentes de la policía, yacen muertos en el campo, no lejos de la población de Grovers-Mill. Sus cuerpos se han carbonizado y desfigurado hasta ser irreconocibles. La voz que van a escuchar a continuación, es del General Brigadier Montgomery Smith, que comanda a la guardia nacional en Tranton, New Jersey.
SMITH: El gobernador del estado de New Jersey me ha exigido la conducción de acciones de guerra en los alrededores de Mercier y Midlsex desde Princeton, al poniente, hasta Jamesburg al oriente. Se prohibe el ingreso a esta zona, sin un salvoconducto especial, otorgado por las autoridades del estado o las fuerzas armadas. Cuatro campañas estatales fueron enviadas desde Tranton hacia Grovers-Mill y ayudarán a la evacuación de los habitantes de las regiones en estado de guerra. Muchas gracias por su atención.
LOCUTOR: Acaban de escuchar al General Montgomery Smith, comandante de la guardia nacional en Tranton. Al mismo tiempo, arriban nuevos informes de la catástrofe en Grovers-Mill. Las extrañas criaturas, luego de su ataque mortal, se han retirado a sus respectivos agujeros y no parecen adoptar ninguna medida para impedir los esfuerzos de los bomberos para trasladar los cadáveres y apagar los incendios. Los equipos de bomberos de los alrededores de Mercier han unido esfuerzos y luchan contra el fuego que invade toda la zona.
No podemos establecer el contacto con nuestra unidad remota en Grovers-Mill, pero tenemos la esperanza de regresarlos a ese sitio en la primera oportunidad. Mientras tanto los llevaremos a... —¡oh!, un segundo, por favor.
UNA LARGA PAUSA. RUMOR.
¡Damas y caballeros! Me acaban de informar, que por fin reestablecimos el contacto con los testigos de la tragedia. El profesor Pierson se encuentra en la granja cerca de Grovers-MIll, donde ha construido un punto temporal de observación. Como científico, el transmitirá a ustedes su explicación del desastre. La voz que escucharán es del profesor. En la línea, el profesor Pierson.
PIERSON: Acerca de las criaturas del cohete cilíndrico en Grovers-Mill no tengo la autoridad para dar información alguna, en lo que se refiere a su composición, procedencia y objetivo sobre la Tierra. En lo que se refiere a su armamento destructivo, tan solo puedo hacer suposiciones... Y aunque este término no es preciso, en ausencia de algo mejor, le voy a llamar el arma misteriosa del rayo calórico. Es perfectamente claro que estas criaturas nos superan con creces en conocimientos científicos. Supongo que ellos tienen la capacidad de concentrar una fuerte calor en un dispositivo prácticamente no calorífero. Ellos proyectan este calor concentrado en forma de un rayo paralelo sobre cualquier objeto seleccionado por ellos, con la ayuda de un espejo parabólico de estructura desconocida, parecido a la forma como el espejo de los faros proyecta su luz. Tal es mi suposición de la naturaleza del rayo calórico...
LOCUTOR: Se lo agradezco, profesor Pierson. ¡Damas y caballeros! Este es el último boletín de noticias desde Tranton. En este breve comunicado se nos informa que en el hospital civil de Tranton se ha identificado el cuerpo carbonizado de Carl Phillips. Y he aquí un boletín más de Washington, del área de Columbia. El representante del director de la Cruz Roja Nacional nos informa que diez brigadas de salvación de la Cruz Roja se han registrado al cuartel de la guardia nacional, localizado en las proximidades de Grovers-Mill, en el estado de New Jersey. Y en otro boletín de la dirección de policía de Princeton. Los incendios en Grovers-Mill y los alrededores se encuentra bajo control. Los investigadores informan que en el agujero todo esta en calma y el cilindro no da señales de vida. Y ahora, damas y caballeros, con un anuncio especial, está con nosotros Mister Harry MacDonald, vicepresidente del cuartel de acciones de guerra.
MACDONALD PRONUNCIA SU DISCURSO, ANUNCIANDO QUE TODAS LAS ESTACIONES DE RADIO SE HAN ENTREGADO A LA GUARDIA NACIONAL. UN TAL CAPITÁN LANSING INFORMA QUE LA SITUACIÓN SE ENCUENTRA COMPLETAMENTE BAJO CONTROL. SUS SOLDADOS, UNOS 7000 HOMBRES, AVANZAN AL ENCUENTRO DEL PUÑADO DE AGRESORES Y SUS BARRILES METÁLICOS. FINALIZA SU INTERVENCIÓN.
LANSING: ¡Oh, esperen! Veo algo en la parte superior del cilindro. Algo que se mueve... de aspecto metálico: una cosa en forma de caparazón se eleva del interior del cilindro. Y sube cada vez más. ¡Qué es eso! Se pone de pie... La cosa se apoya en algo similar a un chasis metálico. Y ha llegado más arriba de los árboles, y dentro de ella se ha encendido un proyector. No se retiren de sus radiorreceptores.
ACLARACIÓN DEL REDACTOR. ES PROBABLE QUE LOS SIGUIENTES MINUTOS DE LA REPRESENTACIÓN SEAN CULPABLES DE QUE UNA PARTE DE LOS RADIOESCUCHAS, QUE APENAS HAYAN SINTONIZADO SUS RECEPTORES EN LA FRECUENCIA DE CBS, ESTÉN LLENOS DE PÁNICO. ESTABAN CONVENCIDOS DE QUE ESCUCHAN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS , Y LA «DECLARACIÓN DEL SECRETARIO DE ESTADO» LE CONFIRIÓ VERACIDAD A TODO LO EXPRESADO.
LOCUTOR: Damas y caballeros, debo comunicar un serio aviso. Dada la razón de que parecían completamente falsas las observaciones científicas y las pruebas ante nuestros ojos, nos conducen a la inevitable suposición de que las extrañas criaturas que hoy por la tarde se posaron en una granja en el estado de New Jersey, son las avanzadas de un ejército de invasión proveniente del planeta Marte. La batalla que se sostuvo hoy al anochecer en Grovers-Mill, terminó con una de las derrotas más catastróficas, que en cualquier momento de nuestra época haya sufrido nuestro ejército; 7000 hombres, armados de rifles y ametralladoras, se enfrentaron contra la única máquinas de guerra de los agresores de Marte. Se sabe que se perdieron 120 hombres. El resto de ellos, se encuentra disperso por los campos de batalla desde Grovers-Mill hasta Planesboro, aniquilados y aplastados por las patas metálicas del monstruo, convertidos en cenizas por su rayo calórico. Ahora, el monstruo tiene bajo su control la parte central del estado de New Jersey, dividiéndolo por la mitad. Las líneas de comunicación han sido destruidas desde Pennsylvania hasta el océano Atlántico. Los ferrocarriles están desmantelados y la comunicación entre Nueva York y Filadelfia se encuentra interrumpida, sin contar los diversos trenes que corren a través de Alentown y Deniksville. La autopista que conduce al norte, sur y occidente está repleta de masas de gente que huye desbocada. La policía y los reservistas del ejército son incapaces de controlar esta huida sin rumbo. Como lo suponen, al amanecer los refugiados van a superar la población de Filadelfia, Camden y Tranton. En este momento se lleva a cabo un estado de guerra en todo el territorio de New Jersey y en el oriente de Pennsylvania; ahora, nos trasladamos a Washington para una transmisión especial sobre esta catástrofe nacional... Al micrófono, el secretario de Estado...
SECRETARIO DE ESTADO: ¡Ciudadanos! No voy a intentar ocultar la seriedad del problema en la que ha resultado nuestro país, ni en la decisión de nuestro gobierno de defender la vida y las propiedades de nuestra población. Sin embargo, quiero dirigir su atención —de los pobladores comunes y de las gobernantes— en la necesidad de actuar tranquila y reflexivamente. Para nuestra suerte, el enemigo está aislado a una zona relativamente pequeña y nosotros debemos confiar en las fuerzas armadas que hacen todo lo posible por controlarlo. Al mismo tiempo, rogamos a Dios para que cada uno de nosotros cumpla su deber para enfrentar al enemigo mediante una nación unida y valiente, con el compromiso de conservar la supremacía de la raza humana sobre la Tierra. Gracias por su atención.
LOCUTOR: Acaban de escuchar la intervención del secretario de Estado, que les hemos transmitido desde Washington. Los boletines son innumerables y no podemos leerlos todos, crecen a montones en nuestro estudio.
Nos acaba de informar que el enlace radiofónico con la parte central del estado de New Jersey se ha interrumpido, debido a cierto efecto que produce el rayo calórico en las líneas de alimentación eléctrica y en la infraestructura. Otro boletín de Nueva York. De los centros científicos de Inglaterra, Francia y Alemania se han recibido telegramas con peticiones de ayuda. Los astrónomos informan sobre la continuación de los periodos regulares de tiempo entre las explosiones de gas que se están produciendo en el planeta Marte. La mayoría de ellos supone que el enemigo recibirá apoyo de otros cohetes similares. Se han adoptado medidas para localizar el paradero del profesor Pierson de Princeton, quien observó a los marcianos con sus propios ojos. Se teme que haya sucumbido en la última batalla.
Laenhemfield, Virginia, desde los aviones espías nos informan que sobre las copas de los árboles se ven tres aparatos de los marcianos que se mueven hacia el norte, en dirección de Summerville, mientras tanto, la población abandona sus viviendas. El rayo calórico aun no se utiliza. A pesar de que los aparatos se mueven con la velocidad de un expreso, los agresores eligen cuidadosamente su camino. Parece que conscientemente se esfuerzan por evitar las destrucciones de las ciudades y los campos. Sin embargo, se detienen para destruir las líneas de alimentación eléctrica, los puentes y los ferrocarriles. Su objetivo evidente es desmantelar la oposición, paralizar los medios de comunicación y por lo tanto, desorganizar nuestra sociedad.
He aquí otro boletín de Basking-Ridge, del estado de New Jersey. Unos cazadores vieron un segundo cilindro, similar al primero, que se ha dirigido al gran pantano al sur de Morristown. El ejército de infantería arriba desde Newark para destruir la segunda nave de los agresores, aprovechando que no están en posición de batalla. Los hombres ocupan posiciones en los contrafuertes de las montañas de Wotchange. Una boletín más de Laenhemfield, Virginia. Desde los aviones espías informan que los aparatos enemigos — tres en total—, han aumentado su velocidad hacia el norte, pasando sobre las casas y las aldeas. Es obvio que desean unirse a sus congéneres al sur de Morristown. Los aparatos también han sido avistados por los telefonistas al oriente de Midlsex en un radio de diez millas de Planefield.
Otro boletín de Winstonfield, del estado de Long Island; una escuadra de bombarderos, con bombas de gran calibre vuela hacia el norte, siguiendo al enemigo. Los aviones espías los conducen hacia su objetivo. El enemigo se encuentra en una zona de amplia visibilidad. Un minuto, por favor. Damas y caballeros, hemos extendido nuestra línea hasta las posiciones de artillería en los poblados de los alrededores, para dar a ustedes la oportunidad de escuchar los reportajes directos desde la zona de invasión del enemigo. En este momento los llevaremos hasta la trinchera del vigésimo segundo regimiento de artillería, distribuido en las montañas de Wotchange.
SE ESCUCHA COMO UN OFICIAL DA AL COMANDO LA CUENTA REGRESIVA PARA ABRIR FUEGO SOBRE LOS MARCIANOS. LOS MARCIANOS RESPONDE CON GASES QUE DESTRUYEN AL EJÉRCITO. LA SIGUIENTE VOZ PERTENECE A UN PILOTO DE GUERRA QUE PARTIÓ DE BAYONNA, NEW JERSEY. ÉL COMANDA OCHO BOMBARDEROS. DETECTAN AL ENEMIGO Y SE PREPARAN PARA EL ATAQUE. LOS MARCIANOS LOS ENVUELVEN EN FUEGO, REDUCIÉNDOLOS A NADA. EN EL AIRE SE ESCUCHAN LAS VOCES DE DIVERSOS LOCUTORES, QUIENES INFORMAN LAS NOTICIAS DEL ARRIBO DE LOS MARCIANOS A NUEVA YORK. DE NUEVO, EN EL AIRE, LA VOZ DEL LOCUTOR DE NUEVA YORK.
LOCUTOR: Estoy transmitiendo desde el techo de la Casa del Radio en Nueva York. Las campanas que escuchan, alertan con su repique a las personas sobre la necesidad de abandonar la ciudad ante la amenaza que se cierne sobre nosotros. En las últimas dos horas, según cálculos aproximados, tres millones de personas salieron a los caminos que conducen a la autopista de Hutchinson River, abierta al tránsito automovilístico. Evite los puentes sobre Long Island... Están irremediablemente bloqueados. Todos las vías de comunicación en la rivera del Jersey se cerraron unos diez minutos atrás. No hay más defensas. Nuestro ejército está aniquilado... la artillería y la aviación... han sucumbido. Esta, tal vez, sea la última transmisión radiofónica. Permaneceremos aquí hasta el final... Abajo, a nuestros pies... en la catedral... la gente reza.
VOCES QUE ENTONAN UN SALMO.
Ahora, miro hacia el puerto. Barcos, de diversos tamaños sobrecargados de refugiados, se alejan de los muelles.
SONIDOS DE SIRENAS DE BARCOS.
Todas las calles están llenas de gente. El ruido es tal, como en las vísperas de la Navidad. Esperen. El enemigo se avista sobre Palisades. Cinco enormes máquinas. La primera cruza el río. Alcanzo a verla desde aquí. Cruza un vado del Hudson, como un hombre que atraviesa un arroyuelo... Me acaban de tender un boletín... los cilindros de los marcianos caen por todo el país... Hay uno en las proximidades de Buffalo, otro en Chicago, Saint Louis... da la impresión que caen en lugares específicos y con un horario determinado.
... La primera máquina sale a la orilla. Permanece de pie, observando, mirando a la ciudad desde arriba. Espera a las restantes. Ahora están de pie, como una cadena de torres nuevas, sobre el extremo occidental de la ciudad. Elevan sus manos. Es el fin. Aparece el humo, un humo negro que se difunde por toda la ciudad. Lo ha visto la gente en las calles. Corren hacia el East River... son miles que se arrojan a las aguas, como ratas. El humo se mueve más rápido. Alcanza el Times Square. La gente intenta huir de él, pero es infructuoso. Caen como moscas. El humo atraviesa la 6a. avenida... la 5a. avenida... está a cien yardas... a unos 50 pies..
VOZ DEL RADIOTELEGRAFISTA: 2x2 llama a CQ. 2x2 llama a CQ. 2x2 llama a CQ... Nueva York. ¿Hay alguien al aire? ¿Hay alguien...? 2x2...
INTERRUPCIÓN DE CIERTA DURACIÓN.
LOCUTOR: Escuchan la estación CBS, que presenta al aire a Orson Welles y el «Mercury Theatre» en la radiopieza «La Guerra de los Mundos» de H. G. Wells. Después de una breve interrupción continuaremos.
«Columbia Broadcasting System».
LOCUTOR: «La Guerra de los Mundos» de H. G. Wells, con la participación de Orson Welles y el «Mercury Theatre» al aire.
MÚSICA.
ACLARACIÓN DEL REDACTOR. EN ESTE MOMENTO, DESPUÉS DE MEDIA HORA DE TRANSMISIÓN, SE HA COMETIDO ALGO MALO. ENTRE LOS RADIOESCUCHAS CUNDIÓ EL PÁNICO. LAS DELEGACIONES DE LA POLICÍA SE ENCUENTRAN ASEDIADAS, LOS CONMUTADORES TELEFÓNICOS DE TODO EL ORIENTE DEL PAÍS ESTÁN IRREMEDIABLEMENTE ATASCADOS. LAS AUTOPISTAS DEL ESTADO DE NUEVA JERSEY SEMEJAN UN MATADERO. NUNCA ANTES SE HABÍA DIFUNDIDO UN MALENTENDIDO CON TANTA VELOCIDAD, COMO UN FUEGO EN LA ESTEPA. PERO LOS RADIOESCUCHAS INTELIGENTES COMPRENDIERON RÁPIDAMENTE QUE ESTABAN ESCUCHANDO UNA TRANSMISIÓN LITERARIA Y NO LAS ÚLTIMAS NOTICIAS. POR CUANTO EL GUIÓN REPRESENTA INTERÉS PARA EL PÚBLICO, LO NARRAREMOS HASTA EL FINAL EN UNA VERSIÓN MÁS REDUCIDA.
PIERSON. Al mismo tiempo que escribo estas líneas, me abruma la idea de que yo soy el último hombre sobre la Tierra. Me oculto en esta casa abandonada cerca de Grovers-Mill, una pequeña isla de luz, separada del resto del mundo por un humo negro. Miro mis manos ennegrecidas, mis botas deshechas, mi vestimenta reducida a harapos y trato de relacionar todo esto con el profesor que habita en Princeton, y quien el 20 de octubre descubrió con su telescopio una explosión de luz anaranjada en un planeta lejano. Escribo día a día mi vida, y me digo que en las páginas de esta libreta de notas conservo la historia de la humanidad...
Pero para escribir debo vivir, y para vivir, debo comer... En la cocina encontré un pan mohoso y una naranja podrida, pero no tanto que no se pudiera comer. Continúo vigilando desde la ventana. De cuando en cuando, sobre el humo negro, veo a un marciano.
Con gran terror, sigo escribiendo...
... Por la mañana. Por la ventana se filtran los rayos solares. Una nube negra de vapor se eleva. Me arriesgo a salir de casa. No hay ningún movimiento. Por todos lados hay automóviles destrozados. Me dirijo al norte. Al día siguiente arribé a la ciudad, familiar por sus formas, pero estaba irreconocible. Los edificios estaban reducidos en tamaño, mutilados, como si un gigante, con un movimiento caprichoso de la mano, hubiera cortado las torres más altas. Encontré a Newark no destruida, sino aniquilada por el capricho de los invasores marcianos. De pronto, con la extraña sensación de que alguien me observaba, descubrí algo sobre la Tierra, en el umbral de una casa. Di un paso a su encuentro y la figura se puso de pie y se convirtió en un hombre, armado con un gran cuchillo.
DESCONOCIDO: ¡Alto ahí...! ¿De dónde viene?
PIERSON: Vengo de... muchos lugares... Hace tiempo llegué de Princeton. ¿Vio a los marcianos?
DESCONOCIDO: Se marcharon hacia Nueva York. Por las noches el cielo se ilumina con su fuego. Como si en él ahora viviera la gente. Con la luz del día no se dejan ver. Hace cinco días dos de ellos trajeron del aeródromo algo grande, a través de la llanura. Pienso que están aprendiendo a volar.
PIERSON: En tal caso, la humanidad se ha extinguido. Desconocido, sobrevivimos usted y yo. Tan solo somos dos.
EL PROFESOR CONVERSA CON EL DESCONOCIDO. EL DESCONOCIDO ES UN ANTIGUO ARTILLERO. HA PENSADO EN TODO. PIENSA QUE LA GENTE TIENE ESCASOS CONOCIMIENTOS PARA LUCHAR CONTRA LOS MARCIANOS, PERO ES POSIBLE APRENDER. HABLA DE SUS PLANES: VIVIR BAJO LA TIERRA, EN LOS TÚNELES DEL METRO, A DONDE LOS MARCIANOS NO SE ATREVERÁN A BUSCARLO Y APRENDER. LUEGO, CUANDO HAYA REUNIDO A SUFICIENTES VALIENTES, ROBARÁN ALGUNA DE LAS MÁQUINAS MARCIANAS, DIRIGIRÁN LOS RAYOS CALÓRICOS CONTRA LOS MARCIANOS Y LOS ANIQUILARÁN. PERO EL PROFESOR PIERSON NO QUIERE ESCUCHAR ESTE PLAN. EL CAMINA POR EL TUNEL HOLAND BAJO EL HUDSON Y LLEGA A NUEVA YORK.
PIERSON: He llegado a la 14a. avenida, y de nuevo el polvo negro, algunos cadáveres y un olor espantoso que sale a través de las rejillas de los sótanos de las casas. He cruzado las calles 30a y 40a; estuve solo en el Times Square. Vi a un can escuálido corriendo por la 7a. avenida con un pedazo de carne pardinegra en el hocico y una manada más de perros hambrientos siguiéndole los talones. El perro describió un amplio círculo a mi alrededor, como si temiera que yo fuera otro más de los competidores. Subí por Broadway, a lo largo de los aparadores de los comercios, con su mercancía expuesta, por las aceras vacías, junto al teatro «Capitol», silencioso y sombrío, junto al tiro al blanco, donde una fila de fusiles cargados apuntaba a una fila de patos de madera inmóviles. En la sala de exhibición al lado del Columb’s-circle hallé automóviles del modelo 39, dirigidos hacia las calles vacías. Desde el último piso del edificio de la «General Motors» observé una parvada de pájaros negros que describían círculos en el cielo. Me apresuré a llegar a ese lugar. De pronto, percibí el capuchón de una máquina marciana, de pie en algún lugar del Central Park, deslumbrante bajo el ocaso. ¡Una pesadilla! Sin pensarlo me lancé al parque a través del Columb’s-circle. Me encaramé a una colina sobre el estanque de la 60a. avenida. Desde ahí podía ver 19 enormes titanes metálicos, en una silenciosa hilera a lo largo del Mell, con los capuchones vacíos y los brazos de acero colgando con apatía. Vanamente busqué a los monstruos que habitaban estas máquinas. De pronto, mi atención fue atraída por una enorme parvada de pájaros negros, que volaban sobre mí. En círculos se pasaron en la tierra, donde frente a mis ojos yacían los marcianos, y las aves hambrientas picoteaban la carne parduzca de sus cadáveres. Más tarde, cuando investigaron los cadáveres en el laboratorio, se descubrió que los exterminó un microbio, causante de la enfermedad y putrefacción, contra el que su organismo no estaba preparado... Después que los mecanismos de defensa del hombre fueron inutilizados, se extinguieron por un ser diminuto, el cual Dios, con su sabiduría, puso a vivir en esta Tierra.
Hasta antes de la caída del primer cilindro, existía la creencia de que en las profundidades del universo la vida existe solo en la pequeña superficie de nuestro diminuto globo. Ahora, vemos con mayor alcance. La visión que tengo, compleja y maravillosa, de que la vida se dispersa lentamente de esta cuna que es el sistema solar, por todo el espacio estelar inhabitado. Pero esto es tan solo un sueño. Es probable que la destrucción de los marcianos sea tan solo un capítulo de una condena a muerte preparada a ellos y no a nosotros en el futuro.
Me siento extraño en mi tranquilo gabinete en Princeton al terminar el capítulo del diario, iniciado en la granja en Grovers-Mill, ver en la ventana las agujas de la universidad, ocultas en la neblina azulosa de abril, mirar a los niños, jugando en las calles, y a los jóvenes paseando por la fresca hierba primaveral, que cura las últimas cicatrices negras de la Tierra, ver a los turistas, que visitan el museo donde se exhiben a la vista de todos las partes de la máquina marciana.
WELLES. Damas y caballeros, les habla Orson Welles, para demostrarles que «La Guerra de los Mundos» no tiene otro sentido que el de servir como un regalo de festividades. Esto es lo mismo que si un conocido de nosotros nos bromeara envolviéndose en una sábana y saliendo detrás de un matorral dando alaridos. Como no podemos embarrar de jabón todas las ventanas de nuestros radioescuchas ni quitar todas las verjas de las vallas, el «Mercury Theatre» encontró su propia versión para jugar una broma.
Ante sus propios ojos destruimos el mundo y acabamos por completo con el «Columbia Broadcasting System». Espero que se tranquilicen al saber que lo hicimos a propósito y que el mundo y el CBS están ilesos. Y bien, les deseo lo mejor, y por favor, no olviden en el mañana esta terrible lección que han aprendido ahora.
FIN DEL PROGRAMA
LOCUTOR: «Columbia Broadcasting System» y sus repetidoras en todo el país transmitieron «La Guerra de los Mundos» de Herbert G. Wells... La decimoséptima transmisión semanal de una serie de dramatizaciones con la participación de Orson Welles y el teatro «Mercury».
1938*
Welles about Welles. Raduga, Moscú, 1990. Pp 268-283 Traducción del ruso de Oscar Carbajal.
Omar Kheyyam - Rubayat
Omar Kheyyam
Rubayat
Nació hacia el año 408 de la Égira en Nichapur, oasis bendito por Ormuz donde el paisaje y los cielos tienen el deslumbrante barniz de algunos rasos persas.
Su verdadero nombre es Ahiyat-ed-dni-Afú L- Fath Omar Ibn Ibrahim. Pero ha pasado a la historia con el apodo de Al-Kheyyamí (Kheyyám, decimos hoy), por que su padre era fabricante de tiendas. Él fue más tarde astrónomo y sufí. Se habituó, pues, desde la infancia, a contemplar las caravanas que pasan y las estrellas eternas.
Toda su poesía estriba únicamente en la ondulación del péndulo mental: la belleza fugitiva del mundo y la tragedia de morir. Mas no aconseja el desgano cobarde de los místicos sino la urgencia del placer, para que la vejez y la muerte sólo hallen un cuerpo calcinado.
Nunca mortal sonrisa estuvo más henchida de lágrimas. Y sin embargo ¡cómo sabe reír!
Era un pobre Felián en la ciudad en que hay tantas rosas que se marchitan. Era un hombre calvo, viejo, desprestigiado, sin más arte que su melancolía.
“Soy herético como un derviche, feo como una mujer perdida; no tengo religión, ni fortuna ni esperanza de paraíso”, dijo este pre-verleniano.
Le gustaban el vino, las estelares noches, las mujeres de corazón hospitalario. Sufrió, como nosotros, de que fueran tan breves los besos. Y en tiempos remotísimos, antes de que hubieran nacido nuestros maestros, hacía ya el inventario de nuestras melancolías.
Por esto creemos oportuno seguir traduciendo con fidelidad y amor, sus suspiros breves como lieds, como gotas de rocío amargo sobre la frescura del mundo. Estos cuartetos o Rubayat son menos conocidos que los ya famosos de las colecciones de Fitzgerald, Nicolas, Grolleau, etc., y no han sido traducidos a ningún idioma europeo. Hemos tratado de conservarles, hasta donde ha sido posible en castellano, la insuperable languidez que tienen en lengua persa.
Ventura García C.
(Agradecemos la fotografía de http://vidadeprofesor.blogia.com/2006/031104-omar-khayyam.php)
No fijes tienda en la arena, no sea que el viento acerbo se la lleve. Mira la luna que por instantes madura y el arenal contempla, todo blanco como polvo de huesos, polvo nuestro, mañana bajo otra luna idéntica.
Camellos pasaron; camellos de brocados magníficos llenos y de tapices de Bagdad. Veladas mujeres y risas venían en ellos. Borró el simún sus huellas y donde holgaron queda tal vez una osamenta.
Tantos han hablado del Gran Oasis pero ninguno lo conoce. Tantos han alabado a las huríes pero ninguno las ha visto. Llena tu copa y ven, que tal vez el amor y el vino no sean espejismos.
He llamado hermano al arenal y conservo un poco de arena en mi albornoz. El mismo viento insensible congrega y dispersa las almas y las colinas.
¡Ah! No te rías si este viejo Kheyyám a ciertas horas delira y extravaga. Tal vez fue sólo el nocivo y dulce jugo del “nefid”. Si en vela pasa noches claras, no te rías.
Y muchas veces en el alba estaba el corazón tan silencioso que una palabra, la más suave, podía rebalsarlo como la copa de vino con el pétalo. A veces son las alegrías como ese tambor cuyo latido deshojó al rosal inmóvil.
¿De dónde vienes, viento? ¿Por qué perfumas, carne? ¿Porqué no te alegras, alma? Para saber la respuesta es preciso que los labios no puedan articular la pregunta. Todo llega tarde, menos la muerte.
Calladamente viene, no se sabe de dónde y a dónde va. Sopla y se lleva en el rosal los pétalos más ligeros, en el mundo los corazones elegidos de tu delicia. Qué pétalo y corazón, en el vértigo infinito, iguales son.
Un lunar me iré siguiendo y llevaré conmigo el vaso de tierra cocida y el firmamento será indiferente para mí como una alta tienda tembloroa donde la noche agita en vano su luminosa arena.
El suave río de Koueer y el paraíso, contigo estarán aquí, mujer.
No puede ser el infinito peor que una melancolía. Tus labios, una cítara y el olvido completo del Ramadán.
En el celeste tablero, tu y yo seremos el juego de la invisible Mano. ¿No escuchas que alguien se ríe? Tus besos fueron predestinados como mi llanto. Cambiar las piezas y el juego no tiene fin.
Uno por uno nos engaña la primavera. Sobre el negro tapiz de mi destino, el mundo adquiere de nuevo los vivos colores del “sedjadé”. Y ya crece la espina en donde va a sangrar el pecho del ruiseñor.
Primero fue la ventura y después las vivas risas sin por qué y después el oro amarillo y la plata blanca. ¿De qué no me he despojado sin pesar? Mas como Agar en la fuente de Zemsén, siempre a tu vera estoy sediento, Amor.
Si todo estaba escrito, mi pecado lo está; si sólo soy un vaso que la celeste Mano romperá con indiferencia ¡Oh, almuecín, cuán rastrera es tu plegaria!
Huerto plateado con ciprés, ciprés canoso de luna, luna parlante y desvelada en el gorjeo del ruiseñor. Mi alma es también una punta negra, una deseada claridad y un grito inútil.
Lo que no ha sido ha de ser y lo que fue ayer será mil veces. Las facetas de los dados son iguales; sólo la mano que los impulsa es diferente.
Señor, que pusiste límites y tropiezos pero viñas para que pueda un instante juzgarme libre como la flecha desviada en el arco. Altos de engaño son en la caravana predestinada. Que de otro modo tu ajedrez sería monótono.
Baja los ojos cuando llores, que no te vean. Muestra los labios cuando rías al cielo claro y enemigo. Si alguien su burla allá arriba, puede afrentarle tu risa.
Y tal concordia de líquidas notas en la molicie de la noche suspensa, eran la fuente y la mujer, que mi frente golpeaba la sombra como el niño que duerme. Y ella reía: “Pobre Kheyyám, mañana estaremos separados.”
Color de nenúfar el alto cielo, nublado color de otoño esta tierra en donde mi vista se ha posado un instante. Y entre las dos inmensidades, mi corazón balanceado como la rosa.
Dos puertas siempre, dos puertas que son el día y la noche. De una salimos sin querer, por la otra vamos para no volver. Ambas con sangre vertida se coloran.
Me fui a la orilla del río, cogí una caña podrida, la horadé. Tal vez se hicieron las cañas para que lloren con ellas, al borde de los ríos predestinados, las vidas pendidas sobre las aguas eternas.
Ayer para lamentar, mañana para temer, es breve el plazo de hoy para reír. Vemos el arco de dónde sale, vemos el árbol a dónde irá a hundirse temblando. ¿Por qué no queremos ver la linda curva pasajera de la saeta?
Puesto que soy de barro, ¿cómo no pecaré? Puesto que tengo labios ¿cómo no besaré? ¿Para qué hiciste, Señor, primaveras, mujeres y rosas?
Pasó el gavilán sobre las flores como pasan los años sin detenerse. Ave obscura del tiempo, siempre tu sombra cae en mi jardín. Porque vienes del horizonte de mis ansias pasadas y vas al horizonte de mis temores.
Envidio las cosas que pasan tan pronto, yo que sólo quiero quedarme; envidio a las aves que huyen con ojos iguales mirando la tierra distinta; envidio los ojos para todo paisaje invariables, yo que sólo miro a través de lágrimas.
En la copa del horizonte van cayendo las estrellas con un ruido lejano de monedas. Mientras llega la noche y los vientos apagan las vidas, de hinojos en la arena miro la luna. ¿Cuándo va a tajarme el cuello esa cimitarra?
De tal delirio nocturno, amada mía, sólo quedarán estos rubayat. Como el tamiz de un celeste alfarero es el mundo, como un tamiz que sólo deja pasar ceniza.
Mientras haya mujeres esbeltas como el boj y auroras suaves al ojo como el colirio, iras tu, corazón vagabundo, de seno en seno, como el “hadjí” por todos los santuarios.
La “peri” por mi besada morirá; y la copa en que bebí se hará pedazos, y la estela de mi tumba se tronchará. De la nube, una sombra; del fuego, una humareda; de mí, estos versos.
No preguntes al cielo por qué es de lapislázuli, ni a las noches el por qué de su canto, ni al amor y a la muerte su extravagancia. Tiempo tendremos de saberlo; una eternidad, y para gozar de esta vida: una mañana.
Los pétalos flotaba en el río y la sombra terrestre de las nubes era la imagen de mi pereza y se desangraba tan dulcemente el día en las aguas quietas que yo hubiera querido también, en un celeste río, desangrarme.
De los colores y los perfumes, soy siervo; de las apariencias del mundo no he sabido librarme. Como el halcón, la cordura tiene los ojos vendados; pero me he quitado la venda.
Cuando me llame tu labio, no sabré responder a tus gentiles damerías. Eternamente y sin saberlo, aspiraré, polvo prófugo en los inquietos vientos, a esta forma terrestre, en vano.
A través de los huertos te lloraré, y tu imagen remontará como la luna. Y ya se las palabras desesperadas que hoy te diría si no quisieras oírme; y ya se, mujer, mis lágrimas absurdas el día en que yo mismo te abandone.
A la granada hendida te comparé, al higo abierto, a las víboras educadas para los sabios contoneos del mago. Como el reptil, sinuosa; como la fruta, dulcamara.
Cuando has vaciado el cántaro, te parece el mundo más hermoso y lo es así puesto que tú lo crees. Tal vez, el paraíso llegaría si todos fuéramos ebrios.
Al despertar, he corrido a la viña para estrujar los racimos dorados. Tú decías al ver mis dedos húmedos: “¡Qué loco eres, Kheyyám!” porque no sabes la delicia de las cosas vivientes cuando se han meditado en la muerte.
Porque has dicho en mi oído la palabra increíble, porque tu mano traviesa ha despeinado mis canas, porque desde la punta del ciprés, nuestro menudo amigo anuncia la primavera, me estoy mirando las yemas de los dedos como si fueran a brotarme rosas.
De igual madera salieron el laúd y la antorcha; del mismo polvo luminoso, la mujer y los astros; de la misma copa de vino, la alegría y las lágrimas.
Cuando me muera, haz mi ataúd con madera olorosa, pone en las manos racimos y cubre el cuerpo de pámpanos para que vengan a cantarme las abejas.
Si sopla el simún, entierra el dromedario su cabeza temblorosa en la arena. Si tiemblan las estrellas, escondo y mi cabeza en tu seno de tulipán.
Estaba el alma cerrada como la noche, estaba la noche tan oscura como los pensamientos. Pero al rasgar tus vestiduras, ha asomado tu seno como una luna tibia para mí.
En la cabellera de la amada enredaba los dedos juveniles. Ella se fue; y ahora miro en las noches, aterrado, mis dedos llenos de sortijas negras.
Cuando estrujabas el pétalo y me arrojabas riendo puñados de arena, te dije: “Amada, ten cuidado. Tal vez ese sea el polvo de otro Kheyyám.”
Lloraba un hombre en la orilla, buscaba el otro la barca en donde iría a encontrar los tesoros del mundo. Sonriendo, les he mostrado el seno de la amada y la copa llena.
Camellos pasaron; camellos de brocados magníficos llenos y de tapices de Bagdad. Veladas mujeres y risas venían en ellos. Borró el simún sus huellas y donde holgaron queda tal vez una osamenta.
Tantos han hablado del Gran Oasis pero ninguno lo conoce. Tantos han alabado a las huríes pero ninguno las ha visto. Llena tu copa y ven, que tal vez el amor y el vino no sean espejismos.
He llamado hermano al arenal y conservo un poco de arena en mi albornoz. El mismo viento insensible congrega y dispersa las almas y las colinas.
¡Ah! No te rías si este viejo Kheyyám a ciertas horas delira y extravaga. Tal vez fue sólo el nocivo y dulce jugo del “nefid”. Si en vela pasa noches claras, no te rías.
Y muchas veces en el alba estaba el corazón tan silencioso que una palabra, la más suave, podía rebalsarlo como la copa de vino con el pétalo. A veces son las alegrías como ese tambor cuyo latido deshojó al rosal inmóvil.
¿De dónde vienes, viento? ¿Por qué perfumas, carne? ¿Porqué no te alegras, alma? Para saber la respuesta es preciso que los labios no puedan articular la pregunta. Todo llega tarde, menos la muerte.
Calladamente viene, no se sabe de dónde y a dónde va. Sopla y se lleva en el rosal los pétalos más ligeros, en el mundo los corazones elegidos de tu delicia. Qué pétalo y corazón, en el vértigo infinito, iguales son.
Un lunar me iré siguiendo y llevaré conmigo el vaso de tierra cocida y el firmamento será indiferente para mí como una alta tienda tembloroa donde la noche agita en vano su luminosa arena.
El suave río de Koueer y el paraíso, contigo estarán aquí, mujer.
No puede ser el infinito peor que una melancolía. Tus labios, una cítara y el olvido completo del Ramadán.
En el celeste tablero, tu y yo seremos el juego de la invisible Mano. ¿No escuchas que alguien se ríe? Tus besos fueron predestinados como mi llanto. Cambiar las piezas y el juego no tiene fin.
Uno por uno nos engaña la primavera. Sobre el negro tapiz de mi destino, el mundo adquiere de nuevo los vivos colores del “sedjadé”. Y ya crece la espina en donde va a sangrar el pecho del ruiseñor.
Primero fue la ventura y después las vivas risas sin por qué y después el oro amarillo y la plata blanca. ¿De qué no me he despojado sin pesar? Mas como Agar en la fuente de Zemsén, siempre a tu vera estoy sediento, Amor.
Si todo estaba escrito, mi pecado lo está; si sólo soy un vaso que la celeste Mano romperá con indiferencia ¡Oh, almuecín, cuán rastrera es tu plegaria!
Huerto plateado con ciprés, ciprés canoso de luna, luna parlante y desvelada en el gorjeo del ruiseñor. Mi alma es también una punta negra, una deseada claridad y un grito inútil.
Lo que no ha sido ha de ser y lo que fue ayer será mil veces. Las facetas de los dados son iguales; sólo la mano que los impulsa es diferente.
Señor, que pusiste límites y tropiezos pero viñas para que pueda un instante juzgarme libre como la flecha desviada en el arco. Altos de engaño son en la caravana predestinada. Que de otro modo tu ajedrez sería monótono.
Baja los ojos cuando llores, que no te vean. Muestra los labios cuando rías al cielo claro y enemigo. Si alguien su burla allá arriba, puede afrentarle tu risa.
Y tal concordia de líquidas notas en la molicie de la noche suspensa, eran la fuente y la mujer, que mi frente golpeaba la sombra como el niño que duerme. Y ella reía: “Pobre Kheyyám, mañana estaremos separados.”
Color de nenúfar el alto cielo, nublado color de otoño esta tierra en donde mi vista se ha posado un instante. Y entre las dos inmensidades, mi corazón balanceado como la rosa.
Dos puertas siempre, dos puertas que son el día y la noche. De una salimos sin querer, por la otra vamos para no volver. Ambas con sangre vertida se coloran.
Me fui a la orilla del río, cogí una caña podrida, la horadé. Tal vez se hicieron las cañas para que lloren con ellas, al borde de los ríos predestinados, las vidas pendidas sobre las aguas eternas.
Ayer para lamentar, mañana para temer, es breve el plazo de hoy para reír. Vemos el arco de dónde sale, vemos el árbol a dónde irá a hundirse temblando. ¿Por qué no queremos ver la linda curva pasajera de la saeta?
Puesto que soy de barro, ¿cómo no pecaré? Puesto que tengo labios ¿cómo no besaré? ¿Para qué hiciste, Señor, primaveras, mujeres y rosas?
Pasó el gavilán sobre las flores como pasan los años sin detenerse. Ave obscura del tiempo, siempre tu sombra cae en mi jardín. Porque vienes del horizonte de mis ansias pasadas y vas al horizonte de mis temores.
Envidio las cosas que pasan tan pronto, yo que sólo quiero quedarme; envidio a las aves que huyen con ojos iguales mirando la tierra distinta; envidio los ojos para todo paisaje invariables, yo que sólo miro a través de lágrimas.
En la copa del horizonte van cayendo las estrellas con un ruido lejano de monedas. Mientras llega la noche y los vientos apagan las vidas, de hinojos en la arena miro la luna. ¿Cuándo va a tajarme el cuello esa cimitarra?
De tal delirio nocturno, amada mía, sólo quedarán estos rubayat. Como el tamiz de un celeste alfarero es el mundo, como un tamiz que sólo deja pasar ceniza.
Mientras haya mujeres esbeltas como el boj y auroras suaves al ojo como el colirio, iras tu, corazón vagabundo, de seno en seno, como el “hadjí” por todos los santuarios.
La “peri” por mi besada morirá; y la copa en que bebí se hará pedazos, y la estela de mi tumba se tronchará. De la nube, una sombra; del fuego, una humareda; de mí, estos versos.
No preguntes al cielo por qué es de lapislázuli, ni a las noches el por qué de su canto, ni al amor y a la muerte su extravagancia. Tiempo tendremos de saberlo; una eternidad, y para gozar de esta vida: una mañana.
Los pétalos flotaba en el río y la sombra terrestre de las nubes era la imagen de mi pereza y se desangraba tan dulcemente el día en las aguas quietas que yo hubiera querido también, en un celeste río, desangrarme.
De los colores y los perfumes, soy siervo; de las apariencias del mundo no he sabido librarme. Como el halcón, la cordura tiene los ojos vendados; pero me he quitado la venda.
Cuando me llame tu labio, no sabré responder a tus gentiles damerías. Eternamente y sin saberlo, aspiraré, polvo prófugo en los inquietos vientos, a esta forma terrestre, en vano.
A través de los huertos te lloraré, y tu imagen remontará como la luna. Y ya se las palabras desesperadas que hoy te diría si no quisieras oírme; y ya se, mujer, mis lágrimas absurdas el día en que yo mismo te abandone.
A la granada hendida te comparé, al higo abierto, a las víboras educadas para los sabios contoneos del mago. Como el reptil, sinuosa; como la fruta, dulcamara.
Cuando has vaciado el cántaro, te parece el mundo más hermoso y lo es así puesto que tú lo crees. Tal vez, el paraíso llegaría si todos fuéramos ebrios.
Al despertar, he corrido a la viña para estrujar los racimos dorados. Tú decías al ver mis dedos húmedos: “¡Qué loco eres, Kheyyám!” porque no sabes la delicia de las cosas vivientes cuando se han meditado en la muerte.
Porque has dicho en mi oído la palabra increíble, porque tu mano traviesa ha despeinado mis canas, porque desde la punta del ciprés, nuestro menudo amigo anuncia la primavera, me estoy mirando las yemas de los dedos como si fueran a brotarme rosas.
De igual madera salieron el laúd y la antorcha; del mismo polvo luminoso, la mujer y los astros; de la misma copa de vino, la alegría y las lágrimas.
Cuando me muera, haz mi ataúd con madera olorosa, pone en las manos racimos y cubre el cuerpo de pámpanos para que vengan a cantarme las abejas.
Si sopla el simún, entierra el dromedario su cabeza temblorosa en la arena. Si tiemblan las estrellas, escondo y mi cabeza en tu seno de tulipán.
Estaba el alma cerrada como la noche, estaba la noche tan oscura como los pensamientos. Pero al rasgar tus vestiduras, ha asomado tu seno como una luna tibia para mí.
En la cabellera de la amada enredaba los dedos juveniles. Ella se fue; y ahora miro en las noches, aterrado, mis dedos llenos de sortijas negras.
Cuando estrujabas el pétalo y me arrojabas riendo puñados de arena, te dije: “Amada, ten cuidado. Tal vez ese sea el polvo de otro Kheyyám.”
Lloraba un hombre en la orilla, buscaba el otro la barca en donde iría a encontrar los tesoros del mundo. Sonriendo, les he mostrado el seno de la amada y la copa llena.
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