sábado, 2 de enero de 2010

Chinatown - Guión de Robert Towne.


FOTOGRAFÍA QUE OCUPA TODA LA PANTALLA

La imagen es granulosa y deslavada pero de manera inequívoca se puede observar a un hombre y a una mujer que hacen el amor. La fotografía se estremece. RUIDO de voz humana que exhala un GEMIDO de sufrimiento. La fotografía cae, APARECE otra, más evidente aun. Le sigue una tercera, luego otra. Se escuchan nuevos gemidos.

KERLY

(En off). Oh, no.

INT. BUFETE DE GITTS.

KERLY deja caer la fotografía en el escritorio de Gitts. Kerly es un hombre enorme, mucho más alto que GITTS. Está completamente bañado en sudor dentro de su ajustada ropa de trabajo. Se le hace difícil respirar. Una gota de sudor cae de su frente a la superficie pulida de la mesa.

Gitts la ve. En el techo gira el ventilador. Gitts lo mira pensativo, luego baja los ojos hacia Kerly. A pesar del bochorno, Gitts se ve fresco y animado en su blanco traje de lino. Sin apartar la vista de Kerly, enciende un cigarrillo con una fosforera de escritorio que tiene forma de clavel.

KERLY, exhalando un chillido de sufrimiento, se da la vuelta y golpea la pared con el puño, derribando el cesto de la basura. Luego comienza a sollozar, mirando hacia la pared, en la cual su puño dejó una leve abolladura y desvió de su lugar a varias fotografías autografiadas de estrellas de cine.

Después se deja caer de rodillas y se echa a llorar, hundiendo su rostro en las cortinas. Gime inconteniblemente y, para ahogar su dolor, con fuerza clava los dientes en la cortina.

Gitts lo observa inmóvil.

GITTS

Está bueno, basta. No debes comerte mis cortinas. Las instalé apenas el miércoles.

Kerly, sin cesar de llorar, lentamente se pone de pie. Gitts abre una gaveta del escritorio, extrae un vaso y elige, de entre la multitud de botellas de fino whisky, una botella de Bourbon barato.

Llena el vaso y lo empuja por la superficie lisa hacia Kerly.

GITTS

Bébete este asunto.

Kerly mira estúpidamente el vaso, lo levanta y bebe un gran trago. Luego se deja caer sobre el respaldo de la silla frente a Gitts y llora en silencio.

KERLY

(Bebe, un poco relajado). Ella no lo vale.

GITTS

¿Y qué me resta decirte, muchacho? Tienes la razón. Cuando tienes la razón, no es necesario añadir nada. Y en este momento tú tienes la razón.

KERLY

Ni vale la pena pensar en ella.

GITTS

Tienes toda la razón. En tu caso, yo no pensaría más en ella.

KERLY

(Sirviéndose más licor). ¿Sabe qué? Usted es una persona, mister Gitts. Yo entiendo, este es su trabajo, pero usted es una persona.

GITTS

(Recargándose en el respaldo). Gracias, Kerly. Llámame Jack.

KERLY

Gracias. Te diré algo, Jack.

GITTS

¿Sobre qué Kerly?

KERLY

Creo que de seguro la mataré.

INT. BUFETE DE DUFFY Y WALSH.

Menos lujoso que el despacho de Gitts. Una mujer bien conservada, de cabellos oscuros, por alguna razón muy preocupada, está sentada entre los escritorios de los dueños del bufete y nerviosa sacude la cintilla de su sombrero.

MUJER

Yo confiaba que mister Gitts se ocuparía personalmente de esto...

WALSH

(Al estilo del que consuela a la parienta del difunto). Mientras usted nos permite hacerle algunas preguntas preliminares, él estará a su disposición.

Desde el interior del despacho de Gittas se escuchan los GEMIDOS de Kerly, a través del tabique adornado con un vitral... La mujer comienza a irritarse.

INT. BUFETE DE GITTS. GITTS y KERLY.

Gitts y Kerly están de pie ante la mesa. Gitts mira con desconfianza hacia el gigante que respira con dificultad. Luego saca un pañuelo y limpia la gota de sudor de la mesa.

KERLY

(Llora). Por esto no me castigarán.

GITTS

¿Así lo crees?

KERLY

No por mi mujer. Es una ley.

Gitts arroja las fotografías a la mesa y grita.

GITTS

¡Yo te voy a hacer entender la ley, imbécil hijo de perra! Es necesario ser rico para matar a alguien, a quien sea, y salir seco del agua. ¿Crees que tienes la plata suficiente para darle largas al asunto?

Kerly se intimida.

KERLY

No...

GITTS

Puedo apostar tu trasero a que no la tienes. Inclusive no tienes con qué pagarme.

Esto consterna aun más a Kerly.

KERLY

Pagaré después del siguiente viaje. Solamente pescamos pez azul, sesenta toneladas cerca de San Benedicto. Nunca pagan por el pez azul tanto como por el atún...

GITTS

(Despidiéndolo). Olvídalo. Fue por poner un ejemplo...

INT. RECIBIDOR DEL BUFETE.

Gitts conduce a Kerly cerca de SOPHIE, aquella desvía los ojos. Él abre la puerta desde donde podemos leer un anuncio hecho con trocitos de cristal: "D. D. GITTS y CÍA - INVESTIGACIONES PRIVADAS".

GITTS

No me hacen falta tus ahorros.

Abraza a Kerly por la cintura y sonríe ampliamente.

GITTS

(Continúa). ¿Por quién me tomas?

KERLY

Gracias, mister Gitts.

GITTS

Llámame Jack. Ten cuidado al conducir a casa, Kerly.

Azota la puerta tras Kerly y la sonrisa desaparece de su rostro. Agita la cabeza y dice una maldición entre dientes.

SOPHIE

La señora Mulray le espera con mister Walsh y mister Duffy.

Gitts afirma y entra.

INT. BUFETE DE DUFFY Y WALSH.

Cuando Gitts entra Walsh se pone de pie.

WALSH

Señora Mulray, permítanos presentarle a mister Gitts.

Gitts avanza hacia ella y nuevamente en su rostro se dibuja la sonrisa cálida y amistosa.

GITTS

Qué tal, señora Mulray...

SEÑORA MULRAY

Mister Gitts...

GITTS

Y bien, señora Mulray, cuál es su problema?

Ella vacila, no le es fácil sincerarse.

SEÑORA MULRAY

Mi esposo... Me parece que se cita con otra mujer.

Gitts se muestra extrañado. Se voltea en busca de apoyo hacia sus compañeros.

GITTS

(Sombrío). ¿Está segura?

SEÑORA MULRAY

Temo que sí.

GITTS

Es una lástima.

Gitts toma asiento cerca de la señora Mulray, entre Duffy y Walsh. Duffy mastica chicle.

Gitts lo mira irritado. Duffy cesa de masticar.

SEÑORA MULRAY

¿Podríamos discutirlo a solas, mister Gitts?

GITTS

Temo que no, señora Mulray. Estos hombres son mis agentes y en un momento dado me ayudarán. Yo solo no puedo hacerlo todo.

SEÑORA MULRAY

Sí, claro...

GITTS

¿Y qué le hace pensar que él se entretiene con alguien?

La señora Mulray vacila. Evidentemente es una pregunta que le preocupa en demasía.

SEÑORA MULRAY

La esposa siempre lo siente...

Gitts suspira.

GITTS

Señora Mulray, ¿usted ama a su marido?

SEÑORA MULRAY

(Como tomada por sorpresa). Por supuesto...

GITTS

(Tranquilizador). Entonces vaya a casa y olvídese de esto.

SEÑORA MULRAY

Pero...

GITTS

(Mirándola fijamente). Estoy seguro de que él le ama también. ¿Conoce el refrán: "No despierten al perro dormido"? A veces es mejor no saberlo.

SEÑORA MULRAY

(Impaciente). ¡Pero yo debo saberlo...!

Su sinceridad es auténtica. Gitts mira a sus compañeros.

GITTS

Está bien. ¿Cómo se llama su marido?

SEÑORA MULRAY

Hollis. Hollis Mulray.

GITTS

(Evidentemente sorprendido). ¿"Agua y Energía"?

La señora Mulray asiente, con cierta timidez. Con el rabillo del ojo, Gitts examina atentamente los detalles de su vestimenta, su bolso, los zapatos, etc.

SEÑORA MULRAY

Sí, él es el ingeniero principal de la empresa.

DUFFY

(Impaciente). ¿El ingeniero principal?

La mirada que Gitts arroja a Duffy demuestra que él mismo quiere continuar el interrogatorio. La señora Mulray asiente.

GITTS

(Confidencial). Este género de investigación le saldrá caro, señora Mulray. Se necesita tiempo.

SEÑORA MULRAY

Para mí el dinero no signficia nada, mister Gitts.

Gitts suspira.

GITTS

Muy bien. Veamos qué podemos hacer por usted.

EXT. EDIFICIO DE LA MUNICIPALIDAD. POR LA MAÑANA.

Se respira el bochorno.

Ante el edificio, al pie de la escalera, un borracho se limpia la nariz, sonándose en la fuente.

Gitts, impecablemente vestido, pasa junto al borracho y asciende por la escalera.

INT. SALA DEL CONSEJO DE LA CIUDAD.

Toma la palabra el alcalde SAM BAGBY. Tras él hay un enorme plan de un distrito de la ciudad con frases explicativas y grandes encabezados: "DIQUES Y CISTERNAS PROPUESTOS EN EL DISTRITO ALTO VALLEY".

Durante la participación de Bagby varios miembros del consejo miran las caricaturas y las columnas de los chismes en periódicos y revistas.

BAGBY

Hoy día, caballeros, ustedes pueden salir por esa puerta, virar a la derecha, abordar el tranvía y dentro de veinticinco minutos respirar el aire del océano Pacífico. Hoy día ustedes pueden nadar en él, pescar, navegar en velero, pero no pueden beber de su agua, no pueden regar el prado frente a su casa o el huerto de naranjos. Recuerden, vivimos junto al océano, pero también vivimos al borde del desierto. Los Ángeles es una población en el desierto. Bajo este edificio, bajo cada calle está el desierto. Sin agua, el desierto nos cubrirá, ¡como si jamás hubiéramos existido! (hace una pausa, mirando con agrado la impresión producida).

ACERCAMIENTO - GITTS

está sentado junto a un granjero desaseado. Se aburre. Bosteza y se retira lo más lejos del granjero sucio.

BAGBY

(Continúa). Alto Valley nos puede salvar de esto, y añadiré mi humilde opinión, de que ocho millones y medio no es un precio tan alto, para que el desierto está de aquel lado de nuestras calles y no sobre nosotros.

OYENTES - SALA DEL CONSEJO DE LA CIUDAD

El auditorio compuesto de granjeros, hombres de negocios y empleados escucha a Bagby con gran interés. Un par de granjeros aplaude. Alguien los obliga a callar.

EL PRESIDIUM DEL CONSEJO

discute en voz baja la participación

MIEMBRO DEL CONSEJO

(Conocido de Bagby). Alcalde Bagby... déjenos escuchar de nuevo la opinión del Departamento. Pienso que de "Agua y Energía" primero haga su participación mister Mulray.

REACCIÓN - GITTS

alza los ojos por encima del programa y de golpe mira a

MULRAY

quien va hacia el plano de la ciudad. Es un hombre delgado, de unos sesenta y tantos años. Usa anteojos y se mueve con sorprendente plasticidad. Se dirige a un joven no muy alto y asiente. El joven desenvuelve un afiche con explicaciones en el plano.

MULRAY

Por si acaso lo olvidaron, caballeros, les recuerdo que costó quinientas vidas la catástrofe de la presa Van de Lipp. Las pruebas de profundidad han demostrado que bajo las rocas se hallan enormes depresiones, tales como las que condujeron a la catástrofe de Van der Lipp. No soportarán esa presión.

(Señalando al nuevo afiche). Ahora, de nueva cuenta ustedes están ofreciendo un terraplén de fango de la costa con inclinaciones de dos y medio a uno y una altura de ciento veinte pies con una extensión de veinte mil acres para el depósito de agua. Sencillamente les diré: no estoy dispuesto a repetir dos veces el mismo error. Gracias, caballeros.

Mulray se aparta de la pizarra con afiches y toma asiento. Inesperadamente en las filas traseras se escuchan voces y gritos de asombro. En la sala aparece un GRANJERO de rostro enrojecido que arrea varias ovejas escuálidas que balan con fuerza. Estas ocasionan un pánico natural.

PRESIDENTE DEL CONSEJO

(Grita al granjero). ¿Por qué demonios haces esto? (Mientras tanto, las ovejas balan y descienden hacia el presidium por el anfiteatro). ¡Llévese lejos a estos malditos animales!

GRANJERO

(En respuesta). Dime, ¿a dónde tengo que llevármelos? ¿A dónde, eh? ¿No tienes una respuesta, eh?

Los guardias, obedeciendo a las exigencias del consejo, intentan atrapar a las ovejas y a los granjeros, reduciendo a aquel que, evidentemente, pretende atacar físicamente a Mulray.

GRANJERO

(Por sobre la cabeza de los guardias, dirigiéndose a Mulray). ¡Te robas el agua del valle, acabas con las siembras, matas de hambre a mi ganado! Quién te está pagando por hacer eso, mister Mulray, ¡eso es lo que quiero saber!

Traducción del ruso de Insignia films

miércoles, 30 de diciembre de 2009

El amor es más frío que la muerte - Guión de R. W. Fassbinder


El amor es más frío que la muerte - Liebe ist kälter als der Tod.


Escenas 1-3. Cárcel del sindicato

FRANZ lee un diario. De espalda a la cámara está sentado GEORGES. Franz enciende un cigarrillo.

PETER

Dame un cigarrillo.

FRANZ

Mmmh.

PETER arranca el periódico de las manos de Franz y lo arroja al piso. Franz apaga el cigarrillo, de un golpe derriba a Peter y se sienta sobre él a horcajadas. Georges y HÜRGEN se ponen de pie, levantan a Peter y lo arriman contra la parede. Lo hacen volver en sí.

PETER

Me las pagarás, cerdo.

RAÚL, un hombre de color, abre la puerta.

RAÚL

(en inglés) ¿Qué sucede?

Los cuatro entran a cuadro: Geroges, Peter, Hürgen, Franz.

RAÚL

(f. c.) Les pedí que estuvieran en silencio mientras no les llamen.


Escena 4. Oficina del sindicato.

El INTERROGADOR, el NEGRO y los restantes COLABORADORES del sindicato. Franz está sentado en una silla giratoria con los ojos vendados.

INTERROGADOR

Usted tiene tres antecedentes penales: dos por bandidaje y una por proxenetismo. ¿Es cierto?

FRANZ

Más o menos.

INTERROGADOR

Es muy cierto. Tenemos la mejor información. Bien. ¿Usted sabe por qué está aquí? No importa, yo se lo diré. El sindicato quiere que usted trabaje para nosotros. ¿Fuma?

Enciende un cigarrillo y se lo da a Raúl. Luego le introduce a Franz en la boca otro cigarrillo y se lo enciende. Haciendo girar la silla de Franz, regresa a su lugar, acaricia la rodilla de Raúl.

INTERROGADOR

El sindicato siempre logra lo que se propone. Eso usted lo sabe. En realidad, todo es muy sencillo. Usted trabaja y percibe regularmente un salario. ¿Le gusta? Usted tiene una amiguita. Y no está nada mal, ¿no es así? Y bien, ¿va a trabajar para el sindicato?

FRANZ

Yo sólo trabajo por mi cuenta y riesgo.

INTERROGADOR

¡Raúl!

Raúl se pone de pie, extrae una pistola de su funda y golpea con ella la cabeza de Franz.

Escenas 5-7. Cárcel del sindicato.

Franz, sin conocimiento, yace en el piso. Peter se aproxima a él, extrae el paquete de cigarrillos del bolsillo de su chamarra, escoge uno y de nuevo lo introduce el paquete en el bolsillo. Luego coloca a Franz de espaldas y saca los cerillos del bolsillo trasero. Fuma. Franz vuelve en sí, le arranca el cigarrillo de la boca a Peter y le escupe a la cara. Peter se retira. Se acercan Georges y Hürgen, ayudan a Franz a ponerse de pie.

FRANZ

Yo no quiero trabajar para el sindicato.

A cuadro, están Bruno y Franz. Ante la puerta está Bruno.

FRANZ

Cuídate, muchacho, ellos tienen métodos muy crueles. ¿Tienes antecedentes? No te gusta hablar. Así es mejor.

Entran. Georges, luego Peter y Hürgen. Tienden las frazadas. Aparece Bruno. Todos reposan sobre las frazadas. Por último entra Franz y se echa junto a Bruno.

FRANZ

¿Cómo te llamas?

BRUNO

Bruno.

FRANZ

Me llamo Franz. ¿De dónde eres?

BRUNO

De una ciudad pequeñita.

FRANZ

Yo soy de Münich. Allá tengo a mi chica. Yo la quiero.

Hürgen, Georges, Peter y Franz se asean en un par de lavamanos. Se acerca Bruno. Peter se marcha. Bruno se lava las manos. Franz mira hacia la puerta. Aparece Raúl.

RAÚL

Mister Strub, vamos.

FRANZ

Ten cuidado, muchacho, te torturarán.

Bruno se aleja. Franz se sienta en un sillón, extrae un cigarrillo y se lo ofrece a Peter.

FRANZ

Tómalo.

Peter se sienta en otro sillón. Franz le enciende el cigarrillo y él mismo fuma.

FRANZ

Lárgate.

Raúl abre la puerta, empuja a Bruno y de nuevo la cierra. Franz se inclina sobre Bruno y lo arrastra hasta el sillón. Bruno reporsa inconsciente en el sillón. Franz regresa con una toalla mojada y frota el rostro de Bruno. Se escucha que abren la puerta.

RAÚL

Mister Welsh, vamos.

Franz se retira. De nuevo cierran la puerta.

Oficina del sindicato. En la oficina se encuentran el interrogador y Raúl. Franz está sentado en el mismo lugar que en la ocasión anterior.

INTERROGADOR

Y bien ¿ya lo pensó? Usted tendrá el futuro asegurado como empleado del sindicato.ñ A disposición del sindicato están los mejores abogados, los mejores contactos.

FRANZ

Yo quiero ser libre.

Cárcel del sindicato. Bruno está sentado en el sillón, mira hacia la puerta. Entra Franz.

FRANZ

Vamos.

Franz se retira. Con dificultad, Bruno se pone de pie, de frota el rostro y va hacia Franz. Aquel está junto a un muro blanco y fuma. Bruno se recarga contra la pared.

FRANZ

Hoy me ponen en libertad. No sé en qué te vayas a ocupar cuando te suelten, pero si quieres, ven a donde nosotros. Recuerda la dirección: Münich, Heßstraße, 129.

Franz se retira.

Bruno permanece solo.

BRUNO

Münich, Heßstraße, 129.

Escenas 8-10. En el tren.

En el coupé del tren viaja sentada una PASAJERA.

DAMA

Casi siempre en este lugar tengo agradables compañías.

Frente a ella está sentado Bruno. La dama toma un cigarrillo del paquete, lo enciende y da una profunda inhalación. En la mano tiene una manzana.

Bruno y la dama han tomado asiento junto a la mesita de la ventana. El tren atraviesa la ciudad. La dama le tiende la manzana a Bruno. Bruno le da una mordida.

BRUNO

¿En qué piensa? ¿En el sexo?

La dama comienza a desabotonarse su vestido.

DAMA

En la revolución.

BRUNO

(f. c.) Muy bien.


DAMA

¿Le parece?

Bruno deja la manzana en la mesita, toma el paquete de cigarrillos. La dama sigue sus movimientos. Se escucha el chasquido del encendedor y Bruno fuma.

DAMA

Como siempre. (Pasa una mano por su escote) ¿Bonito?

La dama toma su bolso, deposita en ella el monedero, deja la bolsa sobre la mesita y se deja caer en el respaldo del diván. Bruno mira la bolsa, luego a la dama, de nuevo echa un vistazo a la bolsa, extrae el monedero y toma un billete. Devuelve todo a la bolsa, el dinero lo coloca en el bolsillo de su chamarra. La dama se abotona el vestido.

DAMA

¿La manzana estaba sabrosa?

BRUNO

A los catorce rompí el jarrón en la cabeza de mi padre. Se murió de inmediato.

A cuadro, el rostro de la dama.

BRUNO

(f. c.) A los dieciseis yo era jefe de una banda. Desbaratamos a un fulano. Estaba sentado con su chica en una banca y desde arriba nosotros comenzamos a orinarnos sobre él. ¡Aquello estuvo bueno! Él saltó y se puso a gritarnos, y nosotros lo jodimos como debe ser. Sí, sí, verdaderos golpes de box le propinamos. Y se murió. Muy sencillo, estuvo y ya no lo está más.


A cuadro, el rostro de la dama.

Estación de trenes. Bruno abandona la estación de trenes por una puerta giratoria. Llama un taxi. El taxi se aproxima. Bruno lo aborda y el vehículo se aleja.

Escena 11. Heßstraße.

El taxi se detiene. Bruno se apea y el auto se aleja. En la casa. Bruno se recarga contra una ventana enrejada y espera. La ventana se abre y aparece una lastimosa prostituta.

PROSTITUTA

Ahora no puedo, querido. Vuelve dentro de media hora.

BRUNO

Yo vengo a ver a uno que se llama Franz.

PROSTITUTA

Él aquí ya no vive. Desde hace mucho.

BRUNO

¿Tu eras su chica?

PROSTITUTA

Él no es de mi tipo.

BRUNO

¿Y ella cómo se llamaba?

PROSTITUTA

Joanna. Una sarnosa.

La prostituta cierra la ventana de un golpe. Bruno permanece junto a la ventana con el rostro inclinado.

Escenas 12-14. Landsbergerstrasse.

Recorrido por la calle junto a unos anuncios de neón. De pronto de la oscuridad sale una prostituta.

BRUNO

(F. c.) Busco a una tal Joanna.


PROSTITUTA

¿Y por qué a Joanna y no a mí?

BRUNO

Porque sin falta debo encontrarla.

PROSTITUTA

Joanna, Joanna, Joanna... Me parece haberla visto ayer, andaba vestida de amarillo.

La prostituta desaparece en la oscuridad. El auto continúa por la calle.

Bruno duerme dentro de un auto de marca norteramericana. Aparece otra prostituta, se acerca al auto, abre la protezuela, se sienta y la azota. Bruno toma su revolver.

PROSTITUTA

Te he estado siguiendo. Desde hace tiempo andas por acá. ¿Estás solo? Yo también lo estoy. ¿Y si nos juntamos?

BRUNO

Busco a una tal Joanna.

PROSTITUTA

Joanna. Yo conozco a una Joanna.

Bruno saca su billetera, extrae dinero y se lo tiende. Ella intenta agarrar el dinero, pero él lo sostiene fuertemente en su puño.

PROSTITUTA

Hessstrasse 129, tercer piso a la derecha.

Bruno afloja el puño. Ella se lo arrebata y lo mete en su bolsita, luego le quita a Bruno el sombrero y le pasa una mano por los cabellos. Bruno se la retira y se calza el sombrero.

PROSTITUTA

No vayas a decir quién te lo dijo, por favor.

Se escurre del auto y tras de sí azota la portezuela.

Escenas 15-19. Departamento de Franz.

Franz está sentado a la mesa, acariciando su pistola. Entra Joanna, arroja el abrigo en el respaldo de la silla y la bolsa sobre la mesa. Luego se saca las botas y las medias.

FRANZ

¿Qué tal?

Joanna saca la billetera de la bolsa, arroja el dinero a Franz y se aparta. Franz apaga el cigarrillo, recuenta el dinero, a su vez arroja 20 marcos a Joanna y el resto lo oculta en su bolsillo. Aparece Joanna, coloca la bolsa en la silla, aparta el dinero y se sienta junto a Franz.

JOANNA

Es necesario que busquemos un departamento en donde podamos vivir. Que tengamos tranquilidad para nuestro hijo.

Franz se pone de pie. Joanna fuma.

JOANNA

Otra vez habló conmigo uno de los detectives de la policía.

Franz aparece con una toalla que extiende en el camastro, luego se sienta junto a Joanna.

FRANZ

¿Y?

JOANNA

Nada, preguntó si todavía vivías.

Franz fuma del cigarrillo de Joanna. Llaman a la puerta.

BRUNO

(F. c.) Necesito a una que se llama Joanna. ¿Aquí vive?

dueña de la casa

(F. c.) Sí.

BRUNO

¿Se puede entrar?


DUEÑA DE LA CASA

Señorita Wirt, aquí hay otro cliente.

Llaman a la puerta. Joanna mira a Franz, Franz a Joanna.

JOANNA

¿Quién es?

BRUNO

Bruno.

Franz señala con la cabeza hacia la puerta. Joanna se encoge de hombros. Franz se levanta con la pistola en la mano, se acerca furtivamente a la puerta, la abre y hace una seña a Joanna.

JOANNA

(F. c.) Entre.

La puerta se abre, entra Bruno.

FRANZ

¡Manos arriba!

Bruno alza los brazos, Franz cierra la puerta y revisa a Bruno.

FRANZ

No trae armas.

Reconoce a Bruno.

FRANZ

Pero si este es Bruno.

Bruno sonríe.

En el camastro está sentada Joanna vestida con un corto conjunto negro. Bruno, de paletó y sombrero está sentado frente a la mesa y se sirve vino a una copa. Franz está sentado en el antepecho de la ventana.

FRANZ

Aquí aporrearon a un turco, él venía a visitar a las muchachas. Y bien, su hermano vino a vengarse y no sé qué mosca le pico, como si yo hubiera desbaratado a su hermanito.

BRUNO

¿Y qué?

FRANZ

Para qué diablos me hacía falta matar a este turco. Total, que no debo mostrarte en la calle, hasta que no encuentren al verdadero asesino.

Bruno se vira hacia Franz.

FRANZ

¿Joanna?

Joanna reposa en la cama. Bruno y Franz están en la ventana.

FRANZ

Joanna está en orden.

Bruno se aparta de Franz, se recarga en la pared.

BRUNO

Él no puede amenazarte más, si tu a él hasta...

Franz mira a Bruno, Bruno mira a Joanna, Joanna lo mira a él. Bruno inclina la cabeza.

FRANZ

(F. c.) ¡Muy bien, muchacho!

Bruno levanta la cabeza, mira a Franz, luego a Joanna.

Escenas 20-23. Tienda de departamentos.

Bruno asciende por las escaleras eléctricas, tras él va Joanna. Bruno escoge unos lentes para sol. La vendedora lee una revista.

BRUNO

¡Querida!

VENDEDORA

(Se vira hacia ellos). ¿Qué se le ofrece?

Joanna se acerca.

JOANNA

¿Tiene anteojos con armazón de metal?

La vendedora mira a Joanna.

JOANNA

¡Con armazón de metal!

VENDEDORA

No sé, yo...

BRUNO

(Se calza los anteojos). ¿Me quedan?

La vendedora se dirige a Bruno.

VENDEDORA

A decir verdad, no sé, seguramente. Son bonitos.

FRANZ

(Se acerca). ¿Podría atenderme?

VENDEDORA

Disculpe, ¿qué desea?

JOANNA

Yo sólo quería preguntarle.

La vendedora se dirige a ella.

JOANNA

¿Tiene anteojos con armazón metálica?

VENDEDORA

No sé, yo...

FRANZ

(A Joanna) ¿No podría esperar hasta que le toque su turno?

VENDEDORA

Pero la dama sólo desea...

FRANZ

Comprendo. Sabe, yo busco unos anteojos redondos.

Bruno se calza los anteojos, mira a Joanna.

FRANZ

(F. c.) De esos como los que usaba el policía de "Psicosis", cuando se acerca al auto de Janet Lee. ¿Entiende?

VENDEDORA

Lo siento, pero no tenemos anteojos redondos.

Bruno, de espaldas a la vendedora coloca los anteojos en su bolsillo.

FRANZ

Muy mal servicio, me iré a quejar.

VENDEDORA

Pero yo sólo tengo dos manos, como todas las personas.

JOANNA

Con armazón metálica, con armazón metálica.

La vendedora se dirige a Joanna. Franz mete los anteojos en su bolsillo.

FRANZ

Si no tiene anteojos redondos, entonces ¿de cuáles tiene, querida?

Joanna esconde los anteojos en su bolsa.

VENDEDORA

Por supuesto que tenemos el surtido más amplio en todo el centro comercial.

JOANNA

Muchas gracias.

Se retira.

FRANZ

Está bien. Para la próxima ocasión.

Se retira. La vendedora de nuevo vuelve a su lectura.

Franz desciende por las escaleras eléctricas.. Con un cigarrillo en los labios, se calza los anteojos.

DETECTIVE

(F. c.) ¡Hey, alto!

A cuadro, están Joanna y Bruno, ambos con lentes obscuros. Bruno mete su mano al bolsillo donde guarda la pistola.

DETECTIVE

(A Franz). ¡Deténgase! ¡Usted sabe que en el centro comercial no se debe fumar!

Franz apaga el cigarrillo. Bruno saca la mano de su bolsillo. Franz da una palmada en el hombro al detective.

FRANZ

Únicamente vigile el orden.

Se retira. El detective lo sigue con la mirada.

Escenas 24-27. En el taller del zapatero.

El zapatero compone un par de calzado. Entran Joanna, Franz y Bruno.

FRANZ

Tengo permiso de portar armas.

ZAPATERO

¿De qué modelo?

BRUNO

Cierren la puerta.

Franz la cierra.

BRUNO

Automática israelí.

ZAPATERO

Yo sólo tengo una buena figura de yeso de la misma.

BRUNO

Enséñemela.

El zapatero saca la automática de un nicho.

ZAPATERO

Ésta es.

Joanna saca una pistola de su bolsa.

ZAPATERO

Claro, hace mucho que no está en uso, pero estando en las manos acciona muy bien. ¡Bang, bang bang!

Bruno examina la automática, se la pasa a Franz, este se la devuelve al dueño.

FRANZ

¿Tiene algún revolver?

El zapatero se pone de pie en un taburete, saca un revolver de una caja de zapatos y se lo da a Bruno.

ZAPATERO

"Walter PPK" de nuevo está de moda.

Bruno examina el revolver, lo dirige hacia el zapatero. Este sonríe maliciosamente, se aparta. Bruno le pasa el revolver a Franz.

FRANZ

Maravilloso. ¿Y las municiones?

El zapatero niega con la cabeza. Franz toma la pistola que trae Joanna, entrega el revolver a Bruno. El zapatero se sienta y de nueva cuenta repara el calzado. Franz amenaza al zapatero con la pistola, este entrega las municiones, Franz las guarda en su bolsillo.

FRANZ

Muchas gracias.

Franz entrega a Bruno su pistola, Bruno da a Joanna el revolver del zapatero. Franz se recarga en una repisa, Bruno sale por delante, Joanna pasa tras él. Bruno se quita los anteojos oscuros.

ZAPATERO

¿Para qué te los quitas?

Bruno apunta hacia el zapatero y dispara.

Escenas 28-33. Departamento de Franz.

Franz reposa en la cama, Joanna recoge los platos sucios de la mesa y se retira.

Joanna está ante el espejo del baño.

Franz está en la cama, se vira hacia la ventana

JOANNA

(Ante el espejo). Sencillamente no aguanto su presencia.

Franz se vira de nuevo hacia Joanna.

JOANNA

Es cierto.

Franz, echado, acaricia las piernas de Joanna. Joanna toma un vaso y se retira.

Habitación. Entra Joanna con el vaso en la mano. La puerta se abre y aparece Bruno, mira a ambos, luego cierra la puerta y se lava las manos. Joanna está acostada en la alfombra. Bruno alterna la mirada de Joanna a Franz, éste le hace una seña. Joanna está sobre la alfombra. Bruno se acerca a ella, con suavidad la toca con el pie, anda alrededor de ella y se sienta cerca, en el piso. Por algún tiempo la examina, luego comienza a desabotonarle la blusa. Franz observa. Bruno le besa el pecho descubierto e intenta besarla en los labios. Joanna se echa a reir, se pone de pie y se abotona la blusa.

Joanna está junto a la pared blanca. Franz se aproxima y le propina una bofetada.

JOANNA

(F. c.) ¿Por qué lo has hecho?

FRANZ

Porque te has reído de Bruno y Bruno es mi amigo.

JOANNA

¿Y yo?

FRANZ

Tu... tu de todos modos a mí me quieres.

Escenas 34-35. En el café.

En una mesa está sentado un turco, bebe café y mira a la puerta. Entra Franz y toma asiento frente a él. Franz mira al turco, el turco mira hacia la puerta.

Entran Joanna y Bruno, se sientan. Franz los mira, luego desvía su mirada al turco. Este pasa las cuentas de un rosario. Se acerca la camarera.

CAMARERA

(A Franz). Ordene.

FRANZ

Café.

CAMARERA

Está bien.

Se retira. Se escucha cuando se conecta la cafetera.

CAMARERA

(A Joanna). ¿Qué desea?

JOANNA

Café.

CAMARERA

(A Bruno). ¿Y usted?

BRUNO

Café.

Se retira.

FRANZ

(Se quita los anteojos oscuros). Yo soy el que tu buscas.

El turco toma su pistola. Suena uno, dos, tres disparos.

El turco se desploma de cabeza sobre la mesita. Franz se pone de pie y se marcha.

Joanna y Bruno se ponen de pie. La camarera alterna la mirada del turco a Joanna y Bruno, estos se voltean a verla. Joanna se dirige a la puerta.

Bruno apunta a la camarera, ésta comienza a llorar. Se escucha el disparo y ésta cae.

Escenas 36-37. Carretera.

Joanna, Franz y Bruno caminan por la carretera. Los alcanza un policía montado en una motocicleta. Se detienen.

POLICÏA

(Descendiendo de la motocicleta). ¿El carro que está en la cuneta es suyo?

FRANZ

¿Cuál?

POLICÍA

Uno americano, Ford Mustang, me parece.

Joanna se acerca, abraza a Franz.

FRANZ

Sí.

POLICÍA

Muéstreme sus papeles.

FRANZ

¿Para qué?

POLICÍA

No me haga preguntas estúpidas. Me enseñará los papeles ¿sí o no?

Suenan dos disparos. Bruno guarda la pistola en su bolsillo.

POLICÍA

(Cayendo junto a la motocicleta). ¡Ay, muchacho!

Escenas 38-39. Comisaría.

En la comisaría. Suena una bofetada.

COMISARIO

(F. c.) ¿Ves? Yo hubiera estado de acuerdo contigo, pero el asunto es de lo más ordinario. Hay una persona muerta. Llega su hermano para vengarlo. Pero alguien le sopla de que el asesino eres tu. El otro comienza a buscarte. Tu no te decides a salir de tu madriguera, pero luego todo comienza a parecerte tonto. Reflexionas: antes que él me desbarate, yo mismo puedo hacerlo. Imagínate, hasta le disparaste. Varias veces. Ahora sí puedes salir a la calle. Y ahí mismo te arrestan. Una historia muy alegre. Muy cotidiana. Así debió haber ocurrido. Incluso se puede justificar con la autodefensa.Si no apareciera en medio la muchacha Erika Romer, bonita, de diecinueve años, podría aun estar goazndo de la vida. Comprendo, tu debías eliminar al turco antes de que él lo hiciera, estoy de acuerdo. Pero ¿de qué te servía matar a la muchacha?

FRANZ

Yo no participé en ello.

COMISARIO


No me digas. (A cuadro). La buena nueva está por venir. ¿Qué tal está Joanna?

FRANZ

(F. c.) Muy bien.

COMISARIO

¿Y tus asuntos? ¿También bien?

FRANZ

Nos estamos comportando correctamente.

COMISARIO

Sin contar dos pequeños asesinatos. Perfecto. ¿De qué están viviendo?

FRANZ

La vamos llevando.

COMISARIO

Está bien. Ahora dime, ¿dónde estuviste ayer por la tarde?

FRANZ

¿Como a qué hora?

COMISARIO

Digamos a las seis.

FRANZ

A las seis, a las seis... ah, estaba en la cama.

COMISARIO

¿Solo?

FRANZ

¿Y cuando he estado solo en la cama?

COMISARIO

A excepción del calabozo.

FRANZ

A excepción de la cárcel, tiene razón.

COMISARIO

Y bien ¿con quien?

FRANZ

Soy un caballero.

COMISARIO

¿Ah sí? Bueno, estamos en el comienzo. Tenemos mucho tiempo.

FRANZ

Veinticuatro horas, no más.

Escena 40. Cabina telefónica.

Joanna está en una cabina telefónica. Está llamando.

Escenas 41-42. Departamento de Franz.

En la cama reposa Bruno con la pistola en la mano.Se escucha cuando abren la puerta. Bruno apunta hacia ella. Luego la desciende. Entra Joanna. Cierra la puerta.

JOANNA

Está con la policía por lo del turco.

Se quita el abrigo, lo cuelga en un perchero, mira a Bruno.

JOANNA

A más tardar deben soltarlo mañana a las diez de la mañana... esto si no canta. No aguanta mucho.

Bruno, en la cama, no responde. Joanna se desviste y se acuesta junto a Bruno. Éste no reacciona.

ESCENA 43. SUPERMERCADO.

Bruno y Joanna cruzan el supermercado hacia la caja. Suena la música de la ópera de Richard Strauss "El caballero de la rosa". Joanna roba algunos bocadillos.

ESCENAS 44-45. ANTE LA COMISARÍA.

Bruno está sentado en un auto robado de la marca "Carabela". De la división de policía sale Franz. Aquel se cierra la chamarra, divisa a Bruno.

ESCENA 46. CALLE.

Franz y Bruno van en el auto.

FRANZ

Siempre las mismas preguntas: dónde estuviste a las seis de la tarde. Con quién estaba en la cama. Porqué le disparé a la camarera. Dónde escondí la pistola. Si estuvieron ustedes en casa. Era peligroso dejar el auto frente a la policía.

El carro se detiene.

BRUNO

¿Es aquí?

ESCENA 47. BANCO.

Bruno y Franz entran al banco. Bruno le entrega al cajero un billete de diez marcos.

cajero

¿Cambio en marcos de a uno?

Bruno asiente. El cajero le cuenta diez monedas. Bruno mete el dinero en su bolsillo.

Franz está sentado en un sillón, hojea una revista. Se acerca Bruno, toma una revista, la hojea, luego la deja en su sitio. Franz se pone de pie.

Bruno y Franz salen, de nuevo se dan la vuelta.

BRUNO

Ahora no.

FRANZ

(Asiente). Es un banco muy limpio.

Van por la calle.

Escenas 48-53. DEPARTAMENTO DE FRANZ.

El muro blanco. Entra Joanna, se recarga en la pared.

JOANNA

¿Cuándo?

Franz y Bruno están junto a la ventana.

FRANZ

Mañana.

BRUNO

Los viernes siempre hay mucho efectivo.

JOANNA

Se pasa una mano por los cabellos.

BRUNO

Mañana nos separamos. Cada uno tomará una parte del dinero y se las arreglará con él durante un tiempo. El dinero restante lo esconderemos.

Franz mira a Joanna, ésta le sonríe cariñosamente.

BRUNO

Nos encontraremos dentro de dos meses, cuando no haya tanto peligro.

Bruno y Franz están sentados a la mesa. Joanna surce su blusa.

Bruno limpia el arma. Franz llena un crucigrama. Llaman a la puerta.

JOANNA

(Junto a la puerta). ¿Quién es?

CLIENTE

Soy yo.

JOANNA

(A Franz). Es un cliente.

CLIENTE

Abre, Ana, rápido.

FRANZ

(F. c.) Abre.

Ella abre. Entra el cliente, Joanna rápidamente cierra la puerta. El cliente intenta besarla en el cuello, ella se vira hacia Bruno y Franz. El cliente los percibe.

CLIENTE

Hey, aquí hay otros dos, e inclusive uno de ellos con una pistola.

Franz se acerca al cliente, le hace cosquillas en el cuello, luego le propina un fuerte golpe en el bajo vientre. Éste cae al suelo. Bruno y Joanna observan. El cliente yace sin sentido. Franz lo golpea en las costillas y en el vientre.

BRUNO

(Guarda la pistola). Me lo llevaré a algún sitio.

Franz pasa sobre el hombre y toma asiento en una silla.

Bruno pone la mano izquierda del cliente en su hombro, se inclina para levantar el abrigo del cliente, pero se cae el sombrero de éste. Bruno se lleva arrastrando al cliente, regresa, levanta el sombrero y se lo calza. Por un instante mira a Joanna y a Franz.

... Joanna reposa en la cama, junto a ella está Franz acariciándole el cabello.

Escena 54. Calle.

Bruno sale de la casa con el cliente en sus hombros. Coloca al hombre inconsciente en el capote de un auto e intenta abrirlo, pero el auto está cerrado. Bruno intenta abrir el siguiente auto, un Ctroën negro. No está cerrado. Bruno abre la puerta trasera e introduce al cliente. Se sienta al volante y se aleja.

Carretera. Bruno está sentado en el auto. En el espejo se mira su rostro. Enciende la radio. Se quita el sombrero.

ESCENA 55. BANCO DE ARENA.

El Citroën se detiene. Se escucha el azotar de las puertas. Bruno saca al cliente y lo arroja al suelo. Luego desdenfunda su pistola del abrigo y comprueba cuantos tiros quedan.

Bruno apunta al cliente, éste tropieza, llora.

Retumban dos disparos. El cliente se desploma.

ESCENA 56. SALA DE MÁQUINAS DE JUEGO.

Georges está frente a una máquina. Se aproxima Bruno, mira, luego se aparta hacia una rockola, oprime un botón, coloca un disco, de nuevo va hacia Georges. Juegan juntos.

BRUNO

Llamé a mister Straus. Dice que es necesario eliminar a la muchacha, esto es, mañana. Mejor es que ante estu tu dispares y yo me aprovecho de la confusión.

GEORGES

OK. ¿Y el arma?

BRUNO

En el auto, en el Citroën negro.

Georges se retira, Bruno continúa jugando. Regresa Georges.

GEORGES

Todo en orden.

BRUNO

A las cuatro treinta. No vayas a fllar cuando le apuntes. Nos vemos en Grecia.

Bruno se retira.

ESCENAS 57-63. Paradiesstraße.

Tres policias de paisano están ante el banco. A la derecha a cuadro, se ve un auto BMW.

Georges está en un Fiat y mira hacia todos lados.

Distingue un Cadillac. El Cadillac se detiene ante el banco. Bruno se apea del auto, lo rodea y se dirige hacia el banco. Tras él se apea Joanna.

Bruno sale del banco. Georges en el Fiat gira su rostro hacia el asiento trasero. Bruno mira hacia la izquierda, luego a la derecha, luego baja el rostro.

En una cabina telefónica está Joanna. Busca en una libreta de teléfonos.

Franz está en el Cadillac. Se aproxima Bruno y golpea el cristal. Franz se corre al asiento del conductor. Bruno entra al auto.

Joanna echa una moneda al teléfono, marca un número.

Franz y Bruno están en el auto.

BRUNO

Todavía hay mucha gente. ¿Dónde está Joanna?

FRANZ

Está comprando cigarrillos.

BRUNO

¿Mmmh?

FRANZ

Está comprando cigarrillos.

Joanna está en la cabina telefónica.

JOANNA

¿Por qué no ha nadie? Yo se los pedí, pero no he visto a nadie.

Los clientes abandonan el banco. Franz y Bruno están en el Cadillac.

BRUNO

¿Dónde está ella?

FRANZ

Ahora vuelve.

Bruno se apea del auto, abre la puerta trasera, se quita el abrigo. Se inclina hacia el auto. En la ventanilla del otro carro está Georges con un rifle con mira telescópica. Joanna va por la calle. El dedo de Georges está en el gatillo. Él cambia la posición del dedo.

Bruno va hacia el banco. En el camino le interceptan dos policías.

Georges arroja el rifle al asiento trasero, pisa el acelerador y se aleja.

Los policías están frente a Bruno.

POLICÍA

Alce los brazos.

Bruno mira al policía.

BRUNO

Tengo una automática.

Franz, con la pistola en la mano, salta del auto. Joanna corre hacia él, quiere distraerlo, pero él la empuja al auto.

Bruno se aparta lentamente de los policías. Un tercer policía apunta a Bruno.

POLICÍA

Alto o dispararemos.

Bruno saca el arma del abrigo, pero lo alcanza una bala del policía. Por un tiempo se mantiene de pie, luego se desploma. Franz dispara hiriendo al policía en la mano, aquel suelta el arma.

FRANZ

(F. c.) ¡Manos arriba!

Franz apunta con firmeza a los policías, rodea el Cadilla, levanta a Bruno. Joanna abre la puerta trasera, Franz arrastra a Bruno al auto, Joanna le ayuda. Franz se sienta al volante, el Cadilla se aleja. Los policías le disparan, luego se suben al BMW y comienzan a perseguirlos.

ESCENAS 64-65. Carretera.

Joanna y Franz en el auto.

FRANZ

¿Está muerto?

Joanna se vira hacia el asiento trasero, le quita los anteojos a Bruno, le mira a los ojos, se los cierra.

JOANNA

Sí.

En el espejo se refleja el BMW que los persigue.

FRANZ

Diablos, los traemos tras la cola. Abre la puerta, necesitamos deshacernos de él.

Joanna se quita los anteojos. Arrojan a Bruno fuera del auto en movimiento. El BMW se detiene ante el cuerpo. Salen dos policías.

POLICÍA

Está muerto, déjalo.

Apartan a Bruno hacia un lado.

Franz y Joanna en el Cadillac.

JOANNA

Yo le soplé a la policía.

Se pone los lentes oscuros. Franz enciende un cigarrillo.

FRANZ

Puta.

El Cadillac se aleja, luego se hace más y más pequeño hasta convertirse en un punto negro. La pantalla aclara.

1969

Fassbinder R. W. El amor es más frío que la muerte (Lioubov kholodnyee smyerti). Kinostsyenarii, 1 (1992), 114. Moscú, URSS.

Traducción del ruso de Insignia films.

miércoles, 30 de julio de 2008

La guerra de los mundos


LA GUERRA DE LOS MUNDOS
Orson Welles
DRAMATIZACIÓN PARA RADIO


LOCUTOR. «COLUMBIA BROADCASTING SYSTEM» y las estaciones enlazadas presentan a Orson Welles y al «Mercury Theater» en «La Guerra de los Mundos» de Herbert Wells.
LOCUTOR. Damas y caballeros, ante los micrófonos tenemos al director del «Mercury Theatre» y estrella de estos programas, Orson Welles.
WELLES. Tenemos evidencias de que a principios del siglo XX, una Inteligencia significativamente superior a la humana, y sin embargo, igualmente mortal a ella, ha estado observando atentamente nuestro mundo. Ahora sabemos que, mientras la gente se ocupaba de sus asuntos, han sido investigados y estudiados, posiblemente con tanta atención, como el hombre que, provisto de un microscopio, puede estudiar las insignificantes criaturas que se revuelven y multiplican en una gota de agua. Con infinita autosuficiencia la gente ha andado de un lado a otro de la Tierra realizando sus asuntillos, despreocupados y confiados de su poder sobre este trozo de basura solar que gira, casualmente o por voluntad de alguien, y que hemos recibido de herencia del obscuro secreto del tiempo y el espacio. Y sin embargo, la Inteligencia, superior a la humana, como la mente del hombre supera a la de las fieras de la jungla, esa Inteligencia, ilimitada, tranquila, insensible ha estado observando a la Tierra a través del éter infinito, con sus ojos ambiciosos y lenta pero seguramente han madurado sus proyectos en nuestra contra. En el año 39 del siglo XX, ha llegado la gran desilusión.
Se acercaba el final de octubre. Los asuntos en el mundo se normalizaban. El horror de la guerra quedaba atrás. Cada vez más gente recibía trabajo. Se fortalecía el comercio. Y en esa tarde del 30 de octubre, el servicio Crossly consideraba que aproximadamente 32 millones de personas estaban sentados junto a sus radiorreceptores.

EL PROGRAMA SE ENLAZA AL LOCUTOR
QUE LEE LOS PRONÓSTICOS DEL TIEMPO.

LOCUTOR. Durante las próximos 24 horas no se pronostican variaciones importantes en la temperatura. Sobre Nueva Escocia se han observado grandes cambios atmosféricos de procedencia desconocida, lo que ha servido de causa para que una zona de baja presión se haya movido rápidamente a los estados del noreste, donde se esperan lluvias y vientos moderados. La temperatura máxima es de 66 y la mínima de 48 grados. Hemos transmitido el pronóstico del tiempo del Buró Estatal.
... A continuación nos trasladamos a la sala «Meridian» del hotel «Park Plaza» en el centro de Nueva York, donde interpretará Ramón Raquello y su orquesta.

TEMA ESPAÑOL.
GRADUALMENTE DESCIENDE EL SONIDO HASTA APAGARSE.

LOCUTOR. Buenas tardes, damas y caballeros. Desde la sala «Meridian» en el «Park Plaza» de Nueva York, transmitimos la música de Ramón Raquello y su orquesta. Ramón Raquello comienza con la melodía en estilo español «La Cumparsita».

LA ORQUESTA COMIENZA A TOCAR LA MELODÍA.

OTRO LOCUTOR. Damas y caballeros, interrumpimos esta transmisión de música para leerles un boletín especial noticias intercontinentales. A las 8 horas menos 20, tiempo del centro, el profesor Farrell del observatorio Mount Jennings en Chicago, Illinois, informa acerca de que se han observado en el planeta Marte algunas explosiones de gas ardiente que han ocurrido en intervalos regulares de tiempo. El espectrograma señala que dicho gas es hidrógeno y que se aproxima a gran velocidad a la Tierra. El profesor Pierson del observatorio de Princeton confirma las observaciones de Farrell y describe ese fenómeno como (cita) «un haz de fuego azul expulsado por un cañón» (fin de la cita). Y ahora, vayamos de nuevo a la orquesta de Ramón Raquello que toca para ustedes en la sala «Meridian» del hotel «Park Plaza» en Nueva York.

LA MÚSICA TOCA UNOS SEGUNDOS. LA MELODÍA TERMINA...
SE ESCUCHAN APLAUSOS, LOS CUALES CORTAN DIRECTAMENTE A...

LOCUTOR. Y ahora sigue la melodía que ha despertado el interés del público, siempre tan popular: «Polvo de estrellas». Interpreta Ramón Raquello y su orquesta. (MÚSICA).
LOCUTOR. Damas y caballeros, continuando con la noticia que acabamos de transmitir en nuestro boletín, el Buró Meteorológico Estatal ha exigido a los grandes observatorios del país llevar a cabo la observación astronómica de todos los fenómenos anormales que ocurran en el planeta Marte. Ya que la naturaleza del fenómeno antes mencionado no es común, hemos hecho una serie de preguntas al conocido profesor de astronomía Pierson, el cual nos expone sus consideraciones sobre el suceso. Estamos listos para trasladarnos al observatorio de Princeton, donde nuestro comentarista Carl Phillips hará la entrevista al notable profesor y astrónomo Richard Pierson. Nos enlazamos a Princeton, Nueva Jersey.
Sigue la entrevista, en la cual el profesor Pierson explica que, aunque existe la opinión de que Marte no está habitado, es posible que no lo sea así y que el planeta se encuentra aproximadamente a unos 40 millones de millas de la Tierra. Durante la entrevista llega un despacho de un científico neoyorquino, el cual confirma que su sismógrafo ha detectado un movimiento telúrico en el radio de unas 20 millas de Princeton. El profesor Pierson ha solicitado la investigación del fenómeno. La emisión continúa desde los estudios neoyorquinos.
LOCUTOR. Damas y señores, he aquí el último boletín del Noticiero Intercontinental. Toronto, Canadá. El profesor Morse de la Universidad McMillan informa que ha observado tres explosiones en el planeta Marte entre las 7:45 y las 9:20 de la noche, tiempo del este. Esto confirma la información anterior recibida desde los observatorios americanos. Y ahora una comunicación especial de Tranton, New Jersey, no lejos de nosotros. Se informa que a las 8:50 de la tarde, un enorme objeto envuelto en llamas, como se supone, un meteorito, ha caído en una granja vecina a Grovers-Mill, New Jersey, a unas 22 millas de Tranton. La llamarada en el cielo fue visible en un radio de cientos de millas, y el fragor de la caída se escuchó lejos, al norte, cerca de Elizabeth. Hemos enviado al lugar del suceso una unidad móvil de radio y nuestro comentarista Mister Phillips comenzará su reportaje, tan pronto como llegue desde Princeton. Mientras tanto nos trasladamos al hotel «Martine» en Brooklyn, donde Bobby Millett y su orquesta presentan su programa de música para bailar.

LA ORQUESTA DE JAZZ TOCA 20 SEGUNDOS...
LUEGO SE INTERRUMPE.

LOCUTOR. Nos enlazamos con Grovers-Mill, Nueva Jersey.

RUIDO DE MULTITUD... SIRENAS DE POLICÍA.

PHILLIPS. Damas y caballeros, de nuevo ante los micrófonos Carl Phillips. Me encuentro en la granja Wilmouth, Grovers-Mill, Nueva Jersey. El profesor Pierson y yo hemos recorrido 11 millas desde Princeton en tan solo 10 minutos. Yo... no sé por dónde comenzar para describirles este extraño panorama que pone a la vista algo extraído de las modernas «1001 noches». Acabo de arribar. Aun no he tenido oportunidad de observar. Creo que ahí está ESO. Sí, pienso que eso es la misma... COSA, está frente a mí, hundida hasta la mitad en una gran zanja. Parece que se ha impactado con una gran fuerza. La tierra está cubierta de astillas del árbol contra el cual chocó. Lo que veo no es parecido a un meteorito, por lo menos no a aquellos meteoritos que me ha tocado ver. Esto recuerda más a un enorme cilindro. Su diámetro es de... ¿cuánto considera usted, profesor Pierson?
PIERSON (un tanto retirado del micrófono). Unas treinta yardas.
PHILLIPS. Unas treinta yardas. El metal de la superficie... bueno, yo nunca he visto nada parecido. El color es blanco-amarillento. Algunos mirones se han acercado bastante al objeto, a pesar de los esfuerzos de la policía de contenerlos. Ahora me cubren mi campo visual. Por favor, con permiso, retírese a un lado.
POLICÍA. ¡Hey, allá! ¡Apártese! ¡Apártese!
PHILLIPS. Yo quisiera llevar hasta ustedes el ambiente... el fondo de esta... fantástica escena. Cientos de automóviles están en el campo, a nuestras espaldas. La policía intenta cerrar el acceso a la granja. Sin éxito. De todos modos logran pasar. Los faros de los autos bañan con sus luces brillantes el agujero en el que se ha hundido hasta la mitad el objeto. Algunos de los más impacientes han osado acercarse hasta el mismo borde del agujero. Sus siluetas se ven perfectamente sobre la superficie metálica.

LEVE ZUMBIDO.

Una persona quiere tocar la cosa. Discute con el policía. El policía triunfa... Y bien, damas y caballeros, hay algo que olvidé decir pero que a cada momento cobra mayor fidelidad. Puede ser que ya lo hayan escuchado desde sus radiorreceptores. Escuche. (Larga pausa.) ¿Lo ha escuchado? Es un zumbido constante que, por lo visto, sale del interior del objeto. Acercaré más el micrófono. Así. (Pausa.) Ahora estamos no más lejos de 25 pies. ¿Lo escuchan? ¡Oh, profesor Pierson!
PIERSON. ¿Si, señor Phillips?
PHILLIPS. ¿Nos podría explicar el sentido de ese chirrido que proviene del objeto?
PIERSON. Eso puede ser provocado por un enfriamiento irregular de la superficie.
PHILLIPS. Profesor ¿aún así usted piensa que es un meteorito?
PIERSON. No sé que pensar. La cubierta metálica, no cabe duda, es de procedencia extraterrestre... En la Tierra no existe ese metal. La fricción contra la atmósfera terrestre generalmente provoca que en la superficie del meteorito aparezcan cavidades. Este objeto está liso y, como puede ver, posee forma cilíndrica.
PHILLIPS. ¡Alto! ¡Algo está ocurriendo! Damas y caballeros, ¡es horrible! ¡La superficie de la cosa comienza a desenroscarse! ¡La parte superior gira como si fuera un perno! ¡La cosa, parece ser, está hueca!
VOCES. ¡Se mueve! ¡La maldita cosa se está desenroscando! ¡Hey, allá, atrás! ¡Atrás, se los ordeno! ¡Es posible que haya gente que intente salir! ¡Está tan caliente, al rojo vivo, se van a incinerar! ¡Hey, allá, atrás! ¡Aparten a esos imbéciles!

DE PRONTO SE ESCUCHA UN ESTRÉPITO,
COMO EL QUE PRODUCE UN GRAN TROZO DE METAL AL CAER.

VOCES: ¡Se desprendió! ¡Se ha caído la tapa! ¡Miren allá! ¡Atrás!
PHILLIPS. Damas y caballeros, es la cosa más espantosa que haya visto alguna vez en mi vida... Un momento, ALGUIEN está saliendo de ella a través de la parte superior. ¿Alguien o... algo? Veo cómo de ese agujero negro asoman dos discos brillantes... ¿son ojos? Puede ser es un rostro. Es posible.

GRITOS DE HORROR DE LA MULTITUD.

Dios Misericordioso, de la oscuridad ha surgido algo reptante como una serpiente gris. Y otra, y otra más. Me recuerdan a los tentáculos. Y más allá veo el cuerpo de esta criatura. Es del tamaño de un oso y resplandece, como una piel húmeda. ¡Pero el rostro! Es... es indescriptible. Con gran trabajo me obligo a mirarlo. Los ojos son negros y brillan, como los de las serpientes. El hocico es con forma de U, con unos labios dibujados con imprecisión, los cuales se mueven y pulsan, y a través de los cuales escurre la saliva. El monstruo, o como se le pueda llamar, se mueve con dificultad. Parece que está pegado a la Tierra... por la fuerza de atracción gravitatoria o por algo más. Se pone de pie. La multitud retrocede. Ya han mirado lo suficiente. La sensación es de algo increíble. No puedo encontrar las palabras... Retrocedo y llevo conmigo el cordón del micrófono. Me siento forzado a interrumpir esta descripción, mientras no ocupo una nueva posición. Les ruego que no se aparte de sus radiorreceptores, regreso al aire en un minuto.

CORTE A MÚSICA DE FORTEPIANO.

LOCUTOR. Transmitimos el reportaje de un testigo de lo que ocurre en la granja Wilmouth en Grovers-Mill, Nueva Jersey.

DE NUEVO CORTE A MÚSICA DE FORTEPIANO.

Regresamos con Carl Phillips a Grovers-Mill.
PHILLIPS. Damas y caballeros (¿estoy o no al aire?), damas y caballeros, soy yo nuevamente. Me encuentro tras un muro de piedra, la cual rodea el jardín de Mister Wilmouth. Desde aquí miro lo que ocurre. Voy a narrarles todos los detalles, mientras pueda hablar. Mientras pueda ver. Han llegado los refuerzos de la policía del estado. Han instalado un cordón ante el pozo, son unos treinta hombres. Ahora ya no es preciso contener a la multitud. Las mismas personas han puesto tierra de por medio. El capitán se pone de acuerdo con alguien. No se alcanza a ver bien con quien. Oh, sí, parece ser el profesor Pierson. En efecto, él es. Se han separado. El profesor se dirige a un extremo, estudiando el objeto, al mismo tiempo que el capitán y otros dos policías avanzan, sosteniendo algo en las manos. Ahora puedo verlo, es un pañuelo blanco atado a una vara... la bandera de la paz. Si estas criaturas saben lo que significa... lo que en general pueda significar. ¡Un momento! Algo ocurre.

SILBIDO, TRAS EL CUAL SE ESCUCHA
UN ZUMBIDO QUE AUMENTA EN INTENSIDAD.

En el pozo aparece una construcción encorvada. Yo distingo un pequeño rayo de luz que sale de un espejo. ¿Qué es eso? ¡Del espejo surge un fluido de llamas y se dirige directamente a las personas que se aproximan! ¡Les da directamente a ellos! ¡Dios Misericordioso, están ardiendo como antorchas!

ALARIDOS, EXCLAMACIONES DE HORROR, GRITOS.

Ahora todo el campo está cubierto por el fuego. (EXPLOSIONES.) El bosque... las caballerizas... los depósitos de gasolina de los autos... las llamas se extienden por todos lados. El rayo se dirige hacia acá, aproximadamente a unas 20 yardas de mí...

EL MICRÓFONO CAE. SILENCIO SEPULCRAL.

LOCUTOR. Damas y caballeros, por causas de fuerza mayor no podemos continuar nuestra transmisión de Grovers-Mill. Por lo visto ha ocurrido algún desperfecto con nuestra unidad móvil. Sin embargo, volveremos allá en la primera oportunidad. Acabamos de recibir el último boletín de noticias desde San Diego, California. Al participar en la comida que celebra la Sociedad Astronómica de California, el profesor Indelkoffer ha expresado su opinión, según la cual, las explosiones de Marte, indudablemente, se deben a fuertes sismos de origen volcánico en la superficie del planeta. Mientras tanto, un interludio para fortepiano.

MÚSICA DE FORTEPIANO. INTERRUPCIÓN.

Damas y caballeros, me acaban de entregar un boletín transmitido vía telefónica desde Grovers-Mill... Un segundo... Por lo menos cuarenta personas, entre ellos seis agentes de la policía, yacen muertos en el campo, no lejos de la población de Grovers-Mill. Sus cuerpos se han carbonizado y desfigurado hasta ser irreconocibles. La voz que van a escuchar a continuación, es del General Brigadier Montgomery Smith, que comanda a la guardia nacional en Tranton, New Jersey.
SMITH: El gobernador del estado de New Jersey me ha exigido la conducción de acciones de guerra en los alrededores de Mercier y Midlsex desde Princeton, al poniente, hasta Jamesburg al oriente. Se prohibe el ingreso a esta zona, sin un salvoconducto especial, otorgado por las autoridades del estado o las fuerzas armadas. Cuatro campañas estatales fueron enviadas desde Tranton hacia Grovers-Mill y ayudarán a la evacuación de los habitantes de las regiones en estado de guerra. Muchas gracias por su atención.
LOCUTOR: Acaban de escuchar al General Montgomery Smith, comandante de la guardia nacional en Tranton. Al mismo tiempo, arriban nuevos informes de la catástrofe en Grovers-Mill. Las extrañas criaturas, luego de su ataque mortal, se han retirado a sus respectivos agujeros y no parecen adoptar ninguna medida para impedir los esfuerzos de los bomberos para trasladar los cadáveres y apagar los incendios. Los equipos de bomberos de los alrededores de Mercier han unido esfuerzos y luchan contra el fuego que invade toda la zona.
No podemos establecer el contacto con nuestra unidad remota en Grovers-Mill, pero tenemos la esperanza de regresarlos a ese sitio en la primera oportunidad. Mientras tanto los llevaremos a... —¡oh!, un segundo, por favor.

UNA LARGA PAUSA. RUMOR.

¡Damas y caballeros! Me acaban de informar, que por fin reestablecimos el contacto con los testigos de la tragedia. El profesor Pierson se encuentra en la granja cerca de Grovers-MIll, donde ha construido un punto temporal de observación. Como científico, el transmitirá a ustedes su explicación del desastre. La voz que escucharán es del profesor. En la línea, el profesor Pierson.
PIERSON: Acerca de las criaturas del cohete cilíndrico en Grovers-Mill no tengo la autoridad para dar información alguna, en lo que se refiere a su composición, procedencia y objetivo sobre la Tierra. En lo que se refiere a su armamento destructivo, tan solo puedo hacer suposiciones... Y aunque este término no es preciso, en ausencia de algo mejor, le voy a llamar el arma misteriosa del rayo calórico. Es perfectamente claro que estas criaturas nos superan con creces en conocimientos científicos. Supongo que ellos tienen la capacidad de concentrar una fuerte calor en un dispositivo prácticamente no calorífero. Ellos proyectan este calor concentrado en forma de un rayo paralelo sobre cualquier objeto seleccionado por ellos, con la ayuda de un espejo parabólico de estructura desconocida, parecido a la forma como el espejo de los faros proyecta su luz. Tal es mi suposición de la naturaleza del rayo calórico...
LOCUTOR: Se lo agradezco, profesor Pierson. ¡Damas y caballeros! Este es el último boletín de noticias desde Tranton. En este breve comunicado se nos informa que en el hospital civil de Tranton se ha identificado el cuerpo carbonizado de Carl Phillips. Y he aquí un boletín más de Washington, del área de Columbia. El representante del director de la Cruz Roja Nacional nos informa que diez brigadas de salvación de la Cruz Roja se han registrado al cuartel de la guardia nacional, localizado en las proximidades de Grovers-Mill, en el estado de New Jersey. Y en otro boletín de la dirección de policía de Princeton. Los incendios en Grovers-Mill y los alrededores se encuentra bajo control. Los investigadores informan que en el agujero todo esta en calma y el cilindro no da señales de vida. Y ahora, damas y caballeros, con un anuncio especial, está con nosotros Mister Harry MacDonald, vicepresidente del cuartel de acciones de guerra.

MACDONALD PRONUNCIA SU DISCURSO, ANUNCIANDO QUE TODAS LAS ESTACIONES DE RADIO SE HAN ENTREGADO A LA GUARDIA NACIONAL. UN TAL CAPITÁN LANSING INFORMA QUE LA SITUACIÓN SE ENCUENTRA COMPLETAMENTE BAJO CONTROL. SUS SOLDADOS, UNOS 7000 HOMBRES, AVANZAN AL ENCUENTRO DEL PUÑADO DE AGRESORES Y SUS BARRILES METÁLICOS. FINALIZA SU INTERVENCIÓN.

LANSING: ¡Oh, esperen! Veo algo en la parte superior del cilindro. Algo que se mueve... de aspecto metálico: una cosa en forma de caparazón se eleva del interior del cilindro. Y sube cada vez más. ¡Qué es eso! Se pone de pie... La cosa se apoya en algo similar a un chasis metálico. Y ha llegado más arriba de los árboles, y dentro de ella se ha encendido un proyector. No se retiren de sus radiorreceptores.

ACLARACIÓN DEL REDACTOR. ES PROBABLE QUE LOS SIGUIENTES MINUTOS DE LA REPRESENTACIÓN SEAN CULPABLES DE QUE UNA PARTE DE LOS RADIOESCUCHAS, QUE APENAS HAYAN SINTONIZADO SUS RECEPTORES EN LA FRECUENCIA DE CBS, ESTÉN LLENOS DE PÁNICO. ESTABAN CONVENCIDOS DE QUE ESCUCHAN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS , Y LA «DECLARACIÓN DEL SECRETARIO DE ESTADO» LE CONFIRIÓ VERACIDAD A TODO LO EXPRESADO.

LOCUTOR: Damas y caballeros, debo comunicar un serio aviso. Dada la razón de que parecían completamente falsas las observaciones científicas y las pruebas ante nuestros ojos, nos conducen a la inevitable suposición de que las extrañas criaturas que hoy por la tarde se posaron en una granja en el estado de New Jersey, son las avanzadas de un ejército de invasión proveniente del planeta Marte. La batalla que se sostuvo hoy al anochecer en Grovers-Mill, terminó con una de las derrotas más catastróficas, que en cualquier momento de nuestra época haya sufrido nuestro ejército; 7000 hombres, armados de rifles y ametralladoras, se enfrentaron contra la única máquinas de guerra de los agresores de Marte. Se sabe que se perdieron 120 hombres. El resto de ellos, se encuentra disperso por los campos de batalla desde Grovers-Mill hasta Planesboro, aniquilados y aplastados por las patas metálicas del monstruo, convertidos en cenizas por su rayo calórico. Ahora, el monstruo tiene bajo su control la parte central del estado de New Jersey, dividiéndolo por la mitad. Las líneas de comunicación han sido destruidas desde Pennsylvania hasta el océano Atlántico. Los ferrocarriles están desmantelados y la comunicación entre Nueva York y Filadelfia se encuentra interrumpida, sin contar los diversos trenes que corren a través de Alentown y Deniksville. La autopista que conduce al norte, sur y occidente está repleta de masas de gente que huye desbocada. La policía y los reservistas del ejército son incapaces de controlar esta huida sin rumbo. Como lo suponen, al amanecer los refugiados van a superar la población de Filadelfia, Camden y Tranton. En este momento se lleva a cabo un estado de guerra en todo el territorio de New Jersey y en el oriente de Pennsylvania; ahora, nos trasladamos a Washington para una transmisión especial sobre esta catástrofe nacional... Al micrófono, el secretario de Estado...
SECRETARIO DE ESTADO: ¡Ciudadanos! No voy a intentar ocultar la seriedad del problema en la que ha resultado nuestro país, ni en la decisión de nuestro gobierno de defender la vida y las propiedades de nuestra población. Sin embargo, quiero dirigir su atención —de los pobladores comunes y de las gobernantes— en la necesidad de actuar tranquila y reflexivamente. Para nuestra suerte, el enemigo está aislado a una zona relativamente pequeña y nosotros debemos confiar en las fuerzas armadas que hacen todo lo posible por controlarlo. Al mismo tiempo, rogamos a Dios para que cada uno de nosotros cumpla su deber para enfrentar al enemigo mediante una nación unida y valiente, con el compromiso de conservar la supremacía de la raza humana sobre la Tierra. Gracias por su atención.
LOCUTOR: Acaban de escuchar la intervención del secretario de Estado, que les hemos transmitido desde Washington. Los boletines son innumerables y no podemos leerlos todos, crecen a montones en nuestro estudio.
Nos acaba de informar que el enlace radiofónico con la parte central del estado de New Jersey se ha interrumpido, debido a cierto efecto que produce el rayo calórico en las líneas de alimentación eléctrica y en la infraestructura. Otro boletín de Nueva York. De los centros científicos de Inglaterra, Francia y Alemania se han recibido telegramas con peticiones de ayuda. Los astrónomos informan sobre la continuación de los periodos regulares de tiempo entre las explosiones de gas que se están produciendo en el planeta Marte. La mayoría de ellos supone que el enemigo recibirá apoyo de otros cohetes similares. Se han adoptado medidas para localizar el paradero del profesor Pierson de Princeton, quien observó a los marcianos con sus propios ojos. Se teme que haya sucumbido en la última batalla.
Laenhemfield, Virginia, desde los aviones espías nos informan que sobre las copas de los árboles se ven tres aparatos de los marcianos que se mueven hacia el norte, en dirección de Summerville, mientras tanto, la población abandona sus viviendas. El rayo calórico aun no se utiliza. A pesar de que los aparatos se mueven con la velocidad de un expreso, los agresores eligen cuidadosamente su camino. Parece que conscientemente se esfuerzan por evitar las destrucciones de las ciudades y los campos. Sin embargo, se detienen para destruir las líneas de alimentación eléctrica, los puentes y los ferrocarriles. Su objetivo evidente es desmantelar la oposición, paralizar los medios de comunicación y por lo tanto, desorganizar nuestra sociedad.
He aquí otro boletín de Basking-Ridge, del estado de New Jersey. Unos cazadores vieron un segundo cilindro, similar al primero, que se ha dirigido al gran pantano al sur de Morristown. El ejército de infantería arriba desde Newark para destruir la segunda nave de los agresores, aprovechando que no están en posición de batalla. Los hombres ocupan posiciones en los contrafuertes de las montañas de Wotchange. Una boletín más de Laenhemfield, Virginia. Desde los aviones espías informan que los aparatos enemigos — tres en total—, han aumentado su velocidad hacia el norte, pasando sobre las casas y las aldeas. Es obvio que desean unirse a sus congéneres al sur de Morristown. Los aparatos también han sido avistados por los telefonistas al oriente de Midlsex en un radio de diez millas de Planefield.
Otro boletín de Winstonfield, del estado de Long Island; una escuadra de bombarderos, con bombas de gran calibre vuela hacia el norte, siguiendo al enemigo. Los aviones espías los conducen hacia su objetivo. El enemigo se encuentra en una zona de amplia visibilidad. Un minuto, por favor. Damas y caballeros, hemos extendido nuestra línea hasta las posiciones de artillería en los poblados de los alrededores, para dar a ustedes la oportunidad de escuchar los reportajes directos desde la zona de invasión del enemigo. En este momento los llevaremos hasta la trinchera del vigésimo segundo regimiento de artillería, distribuido en las montañas de Wotchange.

SE ESCUCHA COMO UN OFICIAL DA AL COMANDO LA CUENTA REGRESIVA PARA ABRIR FUEGO SOBRE LOS MARCIANOS. LOS MARCIANOS RESPONDE CON GASES QUE DESTRUYEN AL EJÉRCITO. LA SIGUIENTE VOZ PERTENECE A UN PILOTO DE GUERRA QUE PARTIÓ DE BAYONNA, NEW JERSEY. ÉL COMANDA OCHO BOMBARDEROS. DETECTAN AL ENEMIGO Y SE PREPARAN PARA EL ATAQUE. LOS MARCIANOS LOS ENVUELVEN EN FUEGO, REDUCIÉNDOLOS A NADA. EN EL AIRE SE ESCUCHAN LAS VOCES DE DIVERSOS LOCUTORES, QUIENES INFORMAN LAS NOTICIAS DEL ARRIBO DE LOS MARCIANOS A NUEVA YORK. DE NUEVO, EN EL AIRE, LA VOZ DEL LOCUTOR DE NUEVA YORK.

LOCUTOR: Estoy transmitiendo desde el techo de la Casa del Radio en Nueva York. Las campanas que escuchan, alertan con su repique a las personas sobre la necesidad de abandonar la ciudad ante la amenaza que se cierne sobre nosotros. En las últimas dos horas, según cálculos aproximados, tres millones de personas salieron a los caminos que conducen a la autopista de Hutchinson River, abierta al tránsito automovilístico. Evite los puentes sobre Long Island... Están irremediablemente bloqueados. Todos las vías de comunicación en la rivera del Jersey se cerraron unos diez minutos atrás. No hay más defensas. Nuestro ejército está aniquilado... la artillería y la aviación... han sucumbido. Esta, tal vez, sea la última transmisión radiofónica. Permaneceremos aquí hasta el final... Abajo, a nuestros pies... en la catedral... la gente reza.

VOCES QUE ENTONAN UN SALMO.

Ahora, miro hacia el puerto. Barcos, de diversos tamaños sobrecargados de refugiados, se alejan de los muelles.

SONIDOS DE SIRENAS DE BARCOS.

Todas las calles están llenas de gente. El ruido es tal, como en las vísperas de la Navidad. Esperen. El enemigo se avista sobre Palisades. Cinco enormes máquinas. La primera cruza el río. Alcanzo a verla desde aquí. Cruza un vado del Hudson, como un hombre que atraviesa un arroyuelo... Me acaban de tender un boletín... los cilindros de los marcianos caen por todo el país... Hay uno en las proximidades de Buffalo, otro en Chicago, Saint Louis... da la impresión que caen en lugares específicos y con un horario determinado.
... La primera máquina sale a la orilla. Permanece de pie, observando, mirando a la ciudad desde arriba. Espera a las restantes. Ahora están de pie, como una cadena de torres nuevas, sobre el extremo occidental de la ciudad. Elevan sus manos. Es el fin. Aparece el humo, un humo negro que se difunde por toda la ciudad. Lo ha visto la gente en las calles. Corren hacia el East River... son miles que se arrojan a las aguas, como ratas. El humo se mueve más rápido. Alcanza el Times Square. La gente intenta huir de él, pero es infructuoso. Caen como moscas. El humo atraviesa la 6a. avenida... la 5a. avenida... está a cien yardas... a unos 50 pies..
VOZ DEL RADIOTELEGRAFISTA: 2x2 llama a CQ. 2x2 llama a CQ. 2x2 llama a CQ... Nueva York. ¿Hay alguien al aire? ¿Hay alguien...? 2x2...

INTERRUPCIÓN DE CIERTA DURACIÓN.

LOCUTOR: Escuchan la estación CBS, que presenta al aire a Orson Welles y el «Mercury Theatre» en la radiopieza «La Guerra de los Mundos» de H. G. Wells. Después de una breve interrupción continuaremos.
«Columbia Broadcasting System».
LOCUTOR: «La Guerra de los Mundos» de H. G. Wells, con la participación de Orson Welles y el «Mercury Theatre» al aire.

MÚSICA.

ACLARACIÓN DEL REDACTOR. EN ESTE MOMENTO, DESPUÉS DE MEDIA HORA DE TRANSMISIÓN, SE HA COMETIDO ALGO MALO. ENTRE LOS RADIOESCUCHAS CUNDIÓ EL PÁNICO. LAS DELEGACIONES DE LA POLICÍA SE ENCUENTRAN ASEDIADAS, LOS CONMUTADORES TELEFÓNICOS DE TODO EL ORIENTE DEL PAÍS ESTÁN IRREMEDIABLEMENTE ATASCADOS. LAS AUTOPISTAS DEL ESTADO DE NUEVA JERSEY SEMEJAN UN MATADERO. NUNCA ANTES SE HABÍA DIFUNDIDO UN MALENTENDIDO CON TANTA VELOCIDAD, COMO UN FUEGO EN LA ESTEPA. PERO LOS RADIOESCUCHAS INTELIGENTES COMPRENDIERON RÁPIDAMENTE QUE ESTABAN ESCUCHANDO UNA TRANSMISIÓN LITERARIA Y NO LAS ÚLTIMAS NOTICIAS. POR CUANTO EL GUIÓN REPRESENTA INTERÉS PARA EL PÚBLICO, LO NARRAREMOS HASTA EL FINAL EN UNA VERSIÓN MÁS REDUCIDA.

PIERSON. Al mismo tiempo que escribo estas líneas, me abruma la idea de que yo soy el último hombre sobre la Tierra. Me oculto en esta casa abandonada cerca de Grovers-Mill, una pequeña isla de luz, separada del resto del mundo por un humo negro. Miro mis manos ennegrecidas, mis botas deshechas, mi vestimenta reducida a harapos y trato de relacionar todo esto con el profesor que habita en Princeton, y quien el 20 de octubre descubrió con su telescopio una explosión de luz anaranjada en un planeta lejano. Escribo día a día mi vida, y me digo que en las páginas de esta libreta de notas conservo la historia de la humanidad...
Pero para escribir debo vivir, y para vivir, debo comer... En la cocina encontré un pan mohoso y una naranja podrida, pero no tanto que no se pudiera comer. Continúo vigilando desde la ventana. De cuando en cuando, sobre el humo negro, veo a un marciano.
Con gran terror, sigo escribiendo...
... Por la mañana. Por la ventana se filtran los rayos solares. Una nube negra de vapor se eleva. Me arriesgo a salir de casa. No hay ningún movimiento. Por todos lados hay automóviles destrozados. Me dirijo al norte. Al día siguiente arribé a la ciudad, familiar por sus formas, pero estaba irreconocible. Los edificios estaban reducidos en tamaño, mutilados, como si un gigante, con un movimiento caprichoso de la mano, hubiera cortado las torres más altas. Encontré a Newark no destruida, sino aniquilada por el capricho de los invasores marcianos. De pronto, con la extraña sensación de que alguien me observaba, descubrí algo sobre la Tierra, en el umbral de una casa. Di un paso a su encuentro y la figura se puso de pie y se convirtió en un hombre, armado con un gran cuchillo.
DESCONOCIDO: ¡Alto ahí...! ¿De dónde viene?
PIERSON: Vengo de... muchos lugares... Hace tiempo llegué de Princeton. ¿Vio a los marcianos?
DESCONOCIDO: Se marcharon hacia Nueva York. Por las noches el cielo se ilumina con su fuego. Como si en él ahora viviera la gente. Con la luz del día no se dejan ver. Hace cinco días dos de ellos trajeron del aeródromo algo grande, a través de la llanura. Pienso que están aprendiendo a volar.
PIERSON: En tal caso, la humanidad se ha extinguido. Desconocido, sobrevivimos usted y yo. Tan solo somos dos.

EL PROFESOR CONVERSA CON EL DESCONOCIDO. EL DESCONOCIDO ES UN ANTIGUO ARTILLERO. HA PENSADO EN TODO. PIENSA QUE LA GENTE TIENE ESCASOS CONOCIMIENTOS PARA LUCHAR CONTRA LOS MARCIANOS, PERO ES POSIBLE APRENDER. HABLA DE SUS PLANES: VIVIR BAJO LA TIERRA, EN LOS TÚNELES DEL METRO, A DONDE LOS MARCIANOS NO SE ATREVERÁN A BUSCARLO Y APRENDER. LUEGO, CUANDO HAYA REUNIDO A SUFICIENTES VALIENTES, ROBARÁN ALGUNA DE LAS MÁQUINAS MARCIANAS, DIRIGIRÁN LOS RAYOS CALÓRICOS CONTRA LOS MARCIANOS Y LOS ANIQUILARÁN. PERO EL PROFESOR PIERSON NO QUIERE ESCUCHAR ESTE PLAN. EL CAMINA POR EL TUNEL HOLAND BAJO EL HUDSON Y LLEGA A NUEVA YORK.

PIERSON: He llegado a la 14a. avenida, y de nuevo el polvo negro, algunos cadáveres y un olor espantoso que sale a través de las rejillas de los sótanos de las casas. He cruzado las calles 30a y 40a; estuve solo en el Times Square. Vi a un can escuálido corriendo por la 7a. avenida con un pedazo de carne pardinegra en el hocico y una manada más de perros hambrientos siguiéndole los talones. El perro describió un amplio círculo a mi alrededor, como si temiera que yo fuera otro más de los competidores. Subí por Broadway, a lo largo de los aparadores de los comercios, con su mercancía expuesta, por las aceras vacías, junto al teatro «Capitol», silencioso y sombrío, junto al tiro al blanco, donde una fila de fusiles cargados apuntaba a una fila de patos de madera inmóviles. En la sala de exhibición al lado del Columb’s-circle hallé automóviles del modelo 39, dirigidos hacia las calles vacías. Desde el último piso del edificio de la «General Motors» observé una parvada de pájaros negros que describían círculos en el cielo. Me apresuré a llegar a ese lugar. De pronto, percibí el capuchón de una máquina marciana, de pie en algún lugar del Central Park, deslumbrante bajo el ocaso. ¡Una pesadilla! Sin pensarlo me lancé al parque a través del Columb’s-circle. Me encaramé a una colina sobre el estanque de la 60a. avenida. Desde ahí podía ver 19 enormes titanes metálicos, en una silenciosa hilera a lo largo del Mell, con los capuchones vacíos y los brazos de acero colgando con apatía. Vanamente busqué a los monstruos que habitaban estas máquinas. De pronto, mi atención fue atraída por una enorme parvada de pájaros negros, que volaban sobre mí. En círculos se pasaron en la tierra, donde frente a mis ojos yacían los marcianos, y las aves hambrientas picoteaban la carne parduzca de sus cadáveres. Más tarde, cuando investigaron los cadáveres en el laboratorio, se descubrió que los exterminó un microbio, causante de la enfermedad y putrefacción, contra el que su organismo no estaba preparado... Después que los mecanismos de defensa del hombre fueron inutilizados, se extinguieron por un ser diminuto, el cual Dios, con su sabiduría, puso a vivir en esta Tierra.
Hasta antes de la caída del primer cilindro, existía la creencia de que en las profundidades del universo la vida existe solo en la pequeña superficie de nuestro diminuto globo. Ahora, vemos con mayor alcance. La visión que tengo, compleja y maravillosa, de que la vida se dispersa lentamente de esta cuna que es el sistema solar, por todo el espacio estelar inhabitado. Pero esto es tan solo un sueño. Es probable que la destrucción de los marcianos sea tan solo un capítulo de una condena a muerte preparada a ellos y no a nosotros en el futuro.
Me siento extraño en mi tranquilo gabinete en Princeton al terminar el capítulo del diario, iniciado en la granja en Grovers-Mill, ver en la ventana las agujas de la universidad, ocultas en la neblina azulosa de abril, mirar a los niños, jugando en las calles, y a los jóvenes paseando por la fresca hierba primaveral, que cura las últimas cicatrices negras de la Tierra, ver a los turistas, que visitan el museo donde se exhiben a la vista de todos las partes de la máquina marciana.

WELLES. Damas y caballeros, les habla Orson Welles, para demostrarles que «La Guerra de los Mundos» no tiene otro sentido que el de servir como un regalo de festividades. Esto es lo mismo que si un conocido de nosotros nos bromeara envolviéndose en una sábana y saliendo detrás de un matorral dando alaridos. Como no podemos embarrar de jabón todas las ventanas de nuestros radioescuchas ni quitar todas las verjas de las vallas, el «Mercury Theatre» encontró su propia versión para jugar una broma.
Ante sus propios ojos destruimos el mundo y acabamos por completo con el «Columbia Broadcasting System». Espero que se tranquilicen al saber que lo hicimos a propósito y que el mundo y el CBS están ilesos. Y bien, les deseo lo mejor, y por favor, no olviden en el mañana esta terrible lección que han aprendido ahora.

FIN DEL PROGRAMA

LOCUTOR: «Columbia Broadcasting System» y sus repetidoras en todo el país transmitieron «La Guerra de los Mundos» de Herbert G. Wells... La decimoséptima transmisión semanal de una serie de dramatizaciones con la participación de Orson Welles y el teatro «Mercury».

1938*

Welles about Welles. Raduga, Moscú, 1990. Pp 268-283 Traducción del ruso de Oscar Carbajal.

Omar Kheyyam - Rubayat


Omar Kheyyam
Rubayat

Nació hacia el año 408 de la Égira en Nichapur, oasis bendito por Ormuz donde el paisaje y los cielos tienen el deslumbrante barniz de algunos rasos persas.
Su verdadero nombre es Ahiyat-ed-dni-Afú L- Fath Omar Ibn Ibrahim. Pero ha pasado a la historia con el apodo de Al-Kheyyamí (Kheyyám, decimos hoy), por que su padre era fabricante de tiendas. Él fue más tarde astrónomo y sufí. Se habituó, pues, desde la infancia, a contemplar las caravanas que pasan y las estrellas eternas.
Toda su poesía estriba únicamente en la ondulación del péndulo mental: la belleza fugitiva del mundo y la tragedia de morir. Mas no aconseja el desgano cobarde de los místicos sino la urgencia del placer, para que la vejez y la muerte sólo hallen un cuerpo calcinado.
Nunca mortal sonrisa estuvo más henchida de lágrimas. Y sin embargo ¡cómo sabe reír!
Era un pobre Felián en la ciudad en que hay tantas rosas que se marchitan. Era un hombre calvo, viejo, desprestigiado, sin más arte que su melancolía.
“Soy herético como un derviche, feo como una mujer perdida; no tengo religión, ni fortuna ni esperanza de paraíso”, dijo este pre-verleniano.
Le gustaban el vino, las estelares noches, las mujeres de corazón hospitalario. Sufrió, como nosotros, de que fueran tan breves los besos. Y en tiempos remotísimos, antes de que hubieran nacido nuestros maestros, hacía ya el inventario de nuestras melancolías.
Por esto creemos oportuno seguir traduciendo con fidelidad y amor, sus suspiros breves como lieds, como gotas de rocío amargo sobre la frescura del mundo. Estos cuartetos o Rubayat son menos conocidos que los ya famosos de las colecciones de Fitzgerald, Nicolas, Grolleau, etc., y no han sido traducidos a ningún idioma europeo. Hemos tratado de conservarles, hasta donde ha sido posible en castellano, la insuperable languidez que tienen en lengua persa.
Ventura García C.
(Agradecemos la fotografía de http://vidadeprofesor.blogia.com/2006/031104-omar-khayyam.php)

No fijes tienda en la arena, no sea que el viento acerbo se la lleve. Mira la luna que por instantes madura y el arenal contempla, todo blanco como polvo de huesos, polvo nuestro, mañana bajo otra luna idéntica.

Camellos pasaron; camellos de brocados magníficos llenos y de tapices de Bagdad. Veladas mujeres y risas venían en ellos. Borró el simún sus huellas y donde holgaron queda tal vez una osamenta.

Tantos han hablado del Gran Oasis pero ninguno lo conoce. Tantos han alabado a las huríes pero ninguno las ha visto. Llena tu copa y ven, que tal vez el amor y el vino no sean espejismos.

He llamado hermano al arenal y conservo un poco de arena en mi albornoz. El mismo viento insensible congrega y dispersa las almas y las colinas.

¡Ah! No te rías si este viejo Kheyyám a ciertas horas delira y extravaga. Tal vez fue sólo el nocivo y dulce jugo del “nefid”. Si en vela pasa noches claras, no te rías.

Y muchas veces en el alba estaba el corazón tan silencioso que una palabra, la más suave, podía rebalsarlo como la copa de vino con el pétalo. A veces son las alegrías como ese tambor cuyo latido deshojó al rosal inmóvil.

¿De dónde vienes, viento? ¿Por qué perfumas, carne? ¿Porqué no te alegras, alma? Para saber la respuesta es preciso que los labios no puedan articular la pregunta. Todo llega tarde, menos la muerte.

Calladamente viene, no se sabe de dónde y a dónde va. Sopla y se lleva en el rosal los pétalos más ligeros, en el mundo los corazones elegidos de tu delicia. Qué pétalo y corazón, en el vértigo infinito, iguales son.

Un lunar me iré siguiendo y llevaré conmigo el vaso de tierra cocida y el firmamento será indiferente para mí como una alta tienda tembloroa donde la noche agita en vano su luminosa arena.

El suave río de Koueer y el paraíso, contigo estarán aquí, mujer.
No puede ser el infinito peor que una melancolía. Tus labios, una cítara y el olvido completo del Ramadán.

En el celeste tablero, tu y yo seremos el juego de la invisible Mano. ¿No escuchas que alguien se ríe? Tus besos fueron predestinados como mi llanto. Cambiar las piezas y el juego no tiene fin.

Uno por uno nos engaña la primavera. Sobre el negro tapiz de mi destino, el mundo adquiere de nuevo los vivos colores del “sedjadé”. Y ya crece la espina en donde va a sangrar el pecho del ruiseñor.

Primero fue la ventura y después las vivas risas sin por qué y después el oro amarillo y la plata blanca. ¿De qué no me he despojado sin pesar? Mas como Agar en la fuente de Zemsén, siempre a tu vera estoy sediento, Amor.

Si todo estaba escrito, mi pecado lo está; si sólo soy un vaso que la celeste Mano romperá con indiferencia ¡Oh, almuecín, cuán rastrera es tu plegaria!

Huerto plateado con ciprés, ciprés canoso de luna, luna parlante y desvelada en el gorjeo del ruiseñor. Mi alma es también una punta negra, una deseada claridad y un grito inútil.

Lo que no ha sido ha de ser y lo que fue ayer será mil veces. Las facetas de los dados son iguales; sólo la mano que los impulsa es diferente.

Señor, que pusiste límites y tropiezos pero viñas para que pueda un instante juzgarme libre como la flecha desviada en el arco. Altos de engaño son en la caravana predestinada. Que de otro modo tu ajedrez sería monótono.

Baja los ojos cuando llores, que no te vean. Muestra los labios cuando rías al cielo claro y enemigo. Si alguien su burla allá arriba, puede afrentarle tu risa.

Y tal concordia de líquidas notas en la molicie de la noche suspensa, eran la fuente y la mujer, que mi frente golpeaba la sombra como el niño que duerme. Y ella reía: “Pobre Kheyyám, mañana estaremos separados.”

Color de nenúfar el alto cielo, nublado color de otoño esta tierra en donde mi vista se ha posado un instante. Y entre las dos inmensidades, mi corazón balanceado como la rosa.

Dos puertas siempre, dos puertas que son el día y la noche. De una salimos sin querer, por la otra vamos para no volver. Ambas con sangre vertida se coloran.

Me fui a la orilla del río, cogí una caña podrida, la horadé. Tal vez se hicieron las cañas para que lloren con ellas, al borde de los ríos predestinados, las vidas pendidas sobre las aguas eternas.

Ayer para lamentar, mañana para temer, es breve el plazo de hoy para reír. Vemos el arco de dónde sale, vemos el árbol a dónde irá a hundirse temblando. ¿Por qué no queremos ver la linda curva pasajera de la saeta?

Puesto que soy de barro, ¿cómo no pecaré? Puesto que tengo labios ¿cómo no besaré? ¿Para qué hiciste, Señor, primaveras, mujeres y rosas?

Pasó el gavilán sobre las flores como pasan los años sin detenerse. Ave obscura del tiempo, siempre tu sombra cae en mi jardín. Porque vienes del horizonte de mis ansias pasadas y vas al horizonte de mis temores.

Envidio las cosas que pasan tan pronto, yo que sólo quiero quedarme; envidio a las aves que huyen con ojos iguales mirando la tierra distinta; envidio los ojos para todo paisaje invariables, yo que sólo miro a través de lágrimas.

En la copa del horizonte van cayendo las estrellas con un ruido lejano de monedas. Mientras llega la noche y los vientos apagan las vidas, de hinojos en la arena miro la luna. ¿Cuándo va a tajarme el cuello esa cimitarra?

De tal delirio nocturno, amada mía, sólo quedarán estos rubayat. Como el tamiz de un celeste alfarero es el mundo, como un tamiz que sólo deja pasar ceniza.

Mientras haya mujeres esbeltas como el boj y auroras suaves al ojo como el colirio, iras tu, corazón vagabundo, de seno en seno, como el “hadjí” por todos los santuarios.

La “peri” por mi besada morirá; y la copa en que bebí se hará pedazos, y la estela de mi tumba se tronchará. De la nube, una sombra; del fuego, una humareda; de mí, estos versos.

No preguntes al cielo por qué es de lapislázuli, ni a las noches el por qué de su canto, ni al amor y a la muerte su extravagancia. Tiempo tendremos de saberlo; una eternidad, y para gozar de esta vida: una mañana.

Los pétalos flotaba en el río y la sombra terrestre de las nubes era la imagen de mi pereza y se desangraba tan dulcemente el día en las aguas quietas que yo hubiera querido también, en un celeste río, desangrarme.

De los colores y los perfumes, soy siervo; de las apariencias del mundo no he sabido librarme. Como el halcón, la cordura tiene los ojos vendados; pero me he quitado la venda.

Cuando me llame tu labio, no sabré responder a tus gentiles damerías. Eternamente y sin saberlo, aspiraré, polvo prófugo en los inquietos vientos, a esta forma terrestre, en vano.

A través de los huertos te lloraré, y tu imagen remontará como la luna. Y ya se las palabras desesperadas que hoy te diría si no quisieras oírme; y ya se, mujer, mis lágrimas absurdas el día en que yo mismo te abandone.

A la granada hendida te comparé, al higo abierto, a las víboras educadas para los sabios contoneos del mago. Como el reptil, sinuosa; como la fruta, dulcamara.

Cuando has vaciado el cántaro, te parece el mundo más hermoso y lo es así puesto que tú lo crees. Tal vez, el paraíso llegaría si todos fuéramos ebrios.

Al despertar, he corrido a la viña para estrujar los racimos dorados. Tú decías al ver mis dedos húmedos: “¡Qué loco eres, Kheyyám!” porque no sabes la delicia de las cosas vivientes cuando se han meditado en la muerte.

Porque has dicho en mi oído la palabra increíble, porque tu mano traviesa ha despeinado mis canas, porque desde la punta del ciprés, nuestro menudo amigo anuncia la primavera, me estoy mirando las yemas de los dedos como si fueran a brotarme rosas.

De igual madera salieron el laúd y la antorcha; del mismo polvo luminoso, la mujer y los astros; de la misma copa de vino, la alegría y las lágrimas.

Cuando me muera, haz mi ataúd con madera olorosa, pone en las manos racimos y cubre el cuerpo de pámpanos para que vengan a cantarme las abejas.

Si sopla el simún, entierra el dromedario su cabeza temblorosa en la arena. Si tiemblan las estrellas, escondo y mi cabeza en tu seno de tulipán.

Estaba el alma cerrada como la noche, estaba la noche tan oscura como los pensamientos. Pero al rasgar tus vestiduras, ha asomado tu seno como una luna tibia para mí.

En la cabellera de la amada enredaba los dedos juveniles. Ella se fue; y ahora miro en las noches, aterrado, mis dedos llenos de sortijas negras.

Cuando estrujabas el pétalo y me arrojabas riendo puñados de arena, te dije: “Amada, ten cuidado. Tal vez ese sea el polvo de otro Kheyyám.”

Lloraba un hombre en la orilla, buscaba el otro la barca en donde iría a encontrar los tesoros del mundo. Sonriendo, les he mostrado el seno de la amada y la copa llena.